Justo cuando la delegación del PSOE presente en la manifestación de Madrid encaraba la subida de la calle de Alcalá, un grupo de jubiladas empezaba a entonar, al ritmo de Raffaella Carrà y su para hacer bien el amor hay que venir al sur, los siguientes versos: «Vencimos al patriarcado del norte y del sur, ya no soy una muñequita azul». La vicepresidenta primera, Carmen Calvo, su compañera Nadia Calviño y el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, encabezaban el nutrido grupo de representantes socialistas que acudieron ayer a las movilizaciones del 8-M.

Para encontrar a sus socios de Gobierno había que caminar varios centenares de metros hacia el final de la marcha y sortear a miles de personas que se manifestaron al grito de «no es no» o «no estamos todas, faltan las asesinadas». La ministra de Igualdad, Irene Montero, junto a otras dirigentes moradas, capitanearon el grupo de Unidas Podemos entre el que se encontraba, en segunda fila, el vicepresidente segundo del Ejecutivo, Pablo Iglesias.

La distancia entre los socios de Gobierno quedó patente. Sobre todo después de una semana de conflictos en la que socialistas y podemistas se enfrentaron por la aprobación en el Consejo de Ministras de la ley de violencia sexual. Como colofón a siete días de rifirrafes, Calvo defendió la experiencia del PSOE en la defensa de las mujeres: «Algunas llevamos muchos años en el 8-M, cuando casi nadie estaba». Un mensaje que, todo apunta, iba dirigido a sus compañeros en el Consejo de Ministros.

Montero, por su parte, quiso bajar el balón al suelo y llamó a la unidad frente al machismo: «Necesitamos una gran alianza feminista, eso es lo que nos enseñaron las que han venido antes». Montero, ataviada con una camiseta morada con el lema Solo sí es sí, dedicó sus primeras palabras para las mujres que «sostienen» la vida, las mujeres «normales y corrientes» que hacen que el mundo avance y también a aquellas que no están ya y han puesto sus cuerpos y sus vidas.

Al contrario que el año pasado, esta vez sí acudió un grupo de dirigentes del PP, aunque respaldando su propio manifiesto ya que aseguraron no estar de acuerdo con el texto redactado por la organización.

Los populares se presentaron en esta ocasión sin pancarta propia y con la vicesecretaria de Política Social del partido, Cuca Gamarra, a la cabeza. La dirigente conservadora, que ha liderado la campaña del PP con motivo del 8-M Mujer por encima de todo, defendió que se necesita un «feminismo sin etiquetas» que sume a todo el mundo.

«El 8M es el día de todas las mujeres españolas y hoy -ayer para el lector- el PP quiere celebrar, por un lado, lo que hemos conseguido y también reivindicar lo que nos queda por conseguir», destacó Gamarra al inicio de la manifestación que arrancaba en la plaza de Atocha.

Quienes no acudieron a la manifestación fueron los dirigentes de Vox. Horas antes, los de Santiago Abascal ya habían dejado bien clara su posición respecto a las movilizaciones por el día internacional de la Mujer: «Son un aquelarre», afirmó la presidenta de Vox en la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, quien arremetió contra el feminismo «radical» que organiza manifestaciones como si fueran un «aquelarre» y contra las «veletas y blanditas» que las secundan.