Ante la polvareda que ha levantado la rehabilitación del refugio de la Plaza de Tetuán, me he quedado estupefacto por cuanto ello supone un acto de recuperación de una relevante prueba testimonial y trágica de nuestra historia. Ésta, la historia de Castelló, el pueblo que me vio nacer (precisamente lo hice cerca de ese refugio antiaéreo, en una casa de la misma Plaza del Rei En Jaume) no sólo se asienta en el pasado medieval a la que tan dado somos. Ciertamente el Castell Vell, tan acertadamente puesto en valor tras años de intermitentes parones en su recuperación constructiva, significa mucho para nosotros por ser referente histórico fundamental; pero eso no implica descuidar aspectos históricos más cercanos al hoy y no menos importantes.

Así, los bombardeos navales y aéreos sobre la ciudad de Castelló; los sufridos por cuatro pueblos del Maestrat por la Legión Cóndor: la «eficaz» prueba de los bombardeos en picado por los formidables Stukas se llevó a cabo aquí (recuerdo que, mientras fui vicerrector de Cultura de la UJI, organicé en la Llotja del Cànem una exposición sobre este criminal experimento) y no sólo en el norte de la península, como Guernica. Por cierto, las bombas alcanzaron en un raid sobre Benassal, además de su iglesia, la calle donde vivía la joven que con el tiempo sería mi madre. Y si quieren una prueba bien documentada del Experimento Stuka, desen una vuelta por el Bundesarchiv-Militärarchiv de Friburgo donde se aborda en el informe RL/35/34 firmado por el entonces mayor de la Lutwaffe Leopold Graf Fugger von Babenhausen. Y que en forma de corto cinematográfico pudo verse en pre-estreno el pasado mayo en la Diputación de Castelló.

Asimismo, es importante visibilizar los vestigios de la línea defensiva ZYX que atraviesa 40 pueblos castellonenses, la zona de trincheras del aeródromo de Vilafamés, las de piedra en seco de Atzeneta, los búnkeres de Nules y tantos otros restos de casamatas por muchos puntos de nuestra provincia, que constituyen un recurso histórico, patrimonial y memorial de primer orden.

Todo lo cual no significa escarbar en el pasado por rencor o motivos morbosos, sino con el objeto de sacar a la luz y que se conozcan mejor estos acontecimientos que, quiérase o no forman, directa o indirectamente, parte de nuestra historia como pueblo.

Siguiendo esta línea argumental, recordemos que en Alemania se conservan los denominados vestigios de la «vergüenza». Así, cuando los nazis de Auschwitz-Belsen se alertaron de la proximidad de las tropas soviéticas que estaban alcanzando ese complejo industrial de la muerte se dieron prisa por destrozar los hornos crematorios, las cámaras de gas, etc…Y, efectivamente, así lo hicieron, tal como pudo constatar Anatoly Shapiro, el primer oficial del ejército soviético que entró en ese infierno que fue Auschwitz. Más tantos eran los campos, y las instalaciones para el exterminio que no tuvieron tiempo de hacerlos desaparcer todos como era su intención. Y de esta forma, afortunadamente, han quedado para que la posteridad vea sus huellas: las cámaras de gas, los crematorios, los espeluznantes gabinetes de experimentación médica… Se conozca objetivamente todo ello y no se borre de la memoria lo que una ideología totalitaria y criminal hizo en el centro mismo de la culta europa, la de Mozart, Goete Bach, Einstein... Así pues, los posteriores gobiernos democráticos pusieron freno a destruir las evidencias y de este modo todos hemos sido mejor conocedores del oscuro pasado de Europa.

Como decía Premi Levi, ante el espectáculo macabro de Auschwitz que sufrió en sus carnes y espíritu, «comprender es imposible, pero recordar es necesario». A lo que añadiría yo: «Y conocer es también necesario para evitar que vuelva a repetirse, pues la memoria es flaca».

Bienvenidas sean pues cuantas acciones diseñen nuestras administraciones para la mejor comprensión de nuestra historia: la más reciente, la de época medieval, romana, ibera, judía, musulmana… hasta lo que supuso el extraordinario origen inicial y civilizatorio castellonense que tuvo lugar en el Barranc de la Valltorta. Y todo ello sin acritud ni disputas partidistas. El conocimiento de nuestro pasado, de todo él, lo exige nuestro presente y para mirar el futuro sin complejos. El progreso no implica borrar lo acaecido, aunque hayan habido algunos pasajes no nos gusten.

*Catedràtic de la Jaume I