A los 60 años muchos profesores miran ya hacia la jubilación en el ocaso de su carrera profesional. Si la crisis del coronavirus y la enseñanza a distancia han planteado dificultades entre los más jóvenes (con absoluto manejo de las nuevas tecnologías), el reto es todavía mayor para los más veteranos. María, de 62 años, es profesora de Lengua y Literatura en un instituto de la capital y, desde que se decretó el estado de alarma, ha intentado por todos los medios que sus alumnos siguieran trabajando. «Para comunicarnos con padres y estudiantes he empleado la plataforma Dinantia y el correo electrónico. Para las clases, he utilizado Zoom y Hangout. Tengo que reconocer que nunca antes lo había usado y tuve que ponerme las pilas, hacer pruebas y aprender», explica.

Conxa, de 55 años y docente de la misma asignatura, se ha servido del programa Discord para las clases en grupo y claustros y de las plataformas Aules e Ítaca para el resto de comunicaciones y correcciones de ejercicios.