Dice el refrán que la alegría en la casa del pobre dura poco. Es lo que ocurre con el sector cítricola de Castellón, que vive su presente con la angustia del pez que se muerde la cola. Cuando la producción es buena los precios flaquean, y estos solo suben si, como la temporada pasada, el tonelaje cae con fuerza. Tanto los empresarios como los agricultores de la provincia, y también la administración, reconocen que se hace necesario desarrollar -y que el campo apueste por ellas- nuevas variedades que contribuyan a alargar la campaña de la clemenules con frutas que se recolecten antes y después de una temporada muy centrada entre octubre y final del ejercicio.

El problema está bien diagnosticado, y lo resume el responsable de cítricos de la Unió de Llauradors, Carles Peris, cuando afirma que se hace «necesario» realizar «un esfuerzo de ordenación de la campaña, pues las clementinas supondrán aproximadamente el 70% de la producción de la provincia, según el aforo cítricola.

Y, si bien nadie pone en duda la calidad de una fruta que es la enseña de Castellón, si los hay que, como Peris o el director del Institut Valencià d’Investigacions Agràries, Enrique Moltó, creen que una apuesta por variedades que no coincidan en el tiempo con las clementinas «ayudaría a conseguir mejores precios en el exterior». «Inundamos el mercado de clemenules durante tres meses y así resulta difícil hablar de precios», resume Peris.

INVESTIGACIÓNEN MARCHA

El problema, reconocido por todos en el sector, ya ha provocado que quienes tienen más capacidad económica --los grandes comercios y cooperativas-- muevan ficha. La Asociación Profesional de Exportadores de Frutos de la Provincia (Asociex) tiene desde hace varios años su propio centro de investigación destinado sobre todo a desarrollar naranjas y mandarinas de autor, como se conocen en el sector. Su director, Juan Carlos Claramonte, explicó a Mediterráneo que los distintos actores del sector, también las administraciones, tienen «más de 60 variedades que están en proceso de registro», paso previo a irrumpir en el mercado. No todas se consolidarán, pero Claramonte prevé «cambios radicales» en cinco años.

Apostar por este tipo de cultivo tiene ventajas e inconvenientes. Entre las primeras destacan los altos precios que alcanzan, pues algunas de las más consolidadas, como la orri, la nadorcott o tango se llegan a pagar a un euro cada kilo, e incluso más. Esto supone multiplicar por cuatro lo que se está abonando a los productores en los primeros tratos de la campaña actual. Los inconvenientes son los elevados royalties que hay que asumir para iniciar el cultivo y para aguantar varios años sin beneficios. Por ello, las organizaciones agrarias piden a la Generalitat ayudas para la reconversión.

POSIBLES SOLUCIONES

Y, sin embargo, pese a las dificultades, el presidente de Fepac-Asaja, José Vicente Guinot, tiene claro que «es necesario un cambio de mentalidad para diversificar el producto y lograr fruta de calidad especialmente a partir de febrero». Tanto Guinot como Peris afirman que también hay opciones de diferenciación en las que no es necesario pasar por caja. Dos ejemplos son la oronules, una variedad de clementina que se recolecta semanas antes que la clemenules, y la hernandina, que se cosecha entre mediados de enero y finales del mes de febrero.