Alquiler de pisos en Castelló: Testimonios

  • Míriam Salcedo (Derecho y Ade): «Si lo llego a saber, me quedo en València»

Míriam Salcedo, de 20 años, es una joven que mantiene el mismo piso de alquiler que en el 2019, tras dejar el primero cuando empezó el doble grado en Castellón, hace tres veranos. Cuando decretaron el estado de alarma preguntó a su casero si podían pagar una fianza, dado que para el confinamiento regresó a su ciudad natal, València. «Algunos administradores no están siendo tan benévolos como otros; en mi caso, le propusimos pagar una fianza, sin abonar el mes entero porque no residíamos y, después de insistir e insistir sin parar, logramos una rebaja de 50 euros», explicó Míriam, que lleva sin pisar su casa de Castelló desde marzo y la sigue pagando desde entonces.

Míriam, que se reincorpora a sus clases el 28 de septiembre, quiere añadir la cláusula covid al contrato ante el temor de un nuevo aislamiento. «Somos cuatro en el piso y llevamos meses luchando por apuntar esta formalidad, pero el casero es un pasota. De hecho, quiere subirnos el alquiler, pero espero que no lo haga», manifiesta con preocupación. La vuelta al mundo universitario está al caer y los estudiantes siguen sin respuestas. «Si llego a saber que todo iba a funcionar así me quedo en València», sentencia Míriam.

  • Ramón Valls (Periodismo y Publicidad): «La casera puso trabas desde el principio»

Ramón Valls, de 22 años, estudia el doble grado de Periodismo y Publicidad en la Jaume I. Durante el primer año de carrera iba y venía de su lugar de residencia, València, pero este será el cuarto año en el mismo apartamento, una finca muy próxima a la zona universitaria.

Ramón intentó, sin éxito, pagar la mitad durante el confinamiento. «Intentamos costear solo una parte del alquiler, supongo que como la mayoría de alumnos que vive por aquí, porque nadie usó las instalaciones durante el estado de alarma, pero hubo problemas con la casera y desistimos. Además, los antiguos inquilinos ya abandonaron el piso por este tipo de trabas», comenta Ramón. Su particularidad es que la propietaria es dueña de varios inmuebles del edificio y su opinión es compartida por los vecinos, también estudiantes. «Es una posición generalizada, al menos en mi bloque. Primero nos dijeron que sí a un acuerdo para bajar las tasas, luego que no, fue todo un lío. Directamente no tenemos pensado ni volverle a hablar porque ya estamos cansados. Realmente se ha salido con la suya, porque vamos a pagarlo y nos ahorraremos el problema, total, para un año que me queda», relata Ramón.

  • Victoria Lagarda (Enfermería): «El piso se paga igual nos confinen o no»

Victoria Lagarda, de 22 años, comenzará en esta atípica vuelta a las clases su tercer curso de Enfermería en la UJI. Durante los dos primeros años en la ciudad, Victoria arrendaba un piso a una inmobiliaria, por lo que «todavía es más complicado añadir este tipo de cláusulas», declara, tras preguntar a la compañía si le suavizaban los gastos al decretarse de manera extraordinaria esa reclusión absoluta el pasado 14 de marzo. La joven continuó pagando a la firma los dos meses que habían estipulado y terminó saliendo del piso.

Este año, Victoria, cuyo domicilio habitual se encuentra en València, se decidió a alquilar una vivienda compartida con otros estudiantes, también en la zona de la universidad, pero con mucha inquietud al no saber a ciencia cierta cómo se iba a desarrollar el nuevo formato del curso.

Como el resto de estudiantes entrevistados, pidieron al propietario incluir en el papel la cláusula covid, sobre todo cara a un futuro confinamiento. «Me preocupa que nos vuelvan a confinar, el piso se paga en cualquier caso; no hay nada escrito. Es de sentido común pactar condiciones en caso de no hacer uso del piso o acordar un stand by si se paraliza la normalidad, pero no llegó a nada», declara.