Hoy se cumple una semana desde que el Gobierno español decretara el estado de alarma y, con él, una cuarentena que millones de ciudadanos intentan respetar al máximo. También las empresas, que han instaurado el teletrabajo en aquellos sectores que se pueden permitir desarrollar la actividad profesional desde casa, conectados en la red. Esta última situación ha sido, quizás, una de las principales reivindicaciones de trabajadores que desempeñan su actividad delante de un ordenador. Pero, ahora que es obligada en muchos casos, se ve desde otro prisma, sobre todo cuando se tiene que lidiar con niños pequeños en unas casas transformadas a tiempo parcial en oficinas.

Es el caso de María Jesús y Guillermo, cuya concentración laboral se ve interrumpida desde los últimos días por la tiranía de María (11 años) y Laura (8). Es el reto de compaginar trabajo y familia. No es fácil. «Primero porque en una situación normal tú tienes establecidos claramente horarios y espacios. De tal a tal hora trabajas en tal sitio. Después te vas a casa y empieza tu vida familiar. Con esta nueva situación las fronteras entre una parcela y otra se confunden muy a menudo», explica la mamá, que a sus 45 años asume que la crisis sanitaria del covid-19 y sus consecuencias en el estilo de vida «me han pillado en fuera de juego, como a casi todos, imagino».

María Jesús es administrativa en una empresa cerámica. Su marido, Guillermo, se dedica al sector de la comunicación, lo que también le confina en el domicilio. «Lo primero que haces es buscar información por internet. Cómo gestionan trabajo y cuidado de hijos otras personas. Buscas ideas que te ayuden a arrancar en un panorama totalmente inédito para ti», explica el padre de familia, que no tardó en darse de bruces con la realidad a la hora de intentar aplicar la teórica. «Intentas instaurar lo más parecido posible a un horario escolar para los niños, estableciendo actividades, pero pronto te das cuenta de que algo no funciona. Una actividad, como una manualidad, por ejemplo, que crees que va a ocupar a las niñas una horita se queda en 10 minutos. Y pasa lo mismo con cualquier otra cosa. Leer, jugar en la tablet, ver la tele, estudiar... Sin una vigilancia continua se cansan en cuestión de minutos».

Pero, claro, a pesar de que haya fallos en el sistema, tampoco es cuestión de rendirse a las primeras de cambio y dejar que reine la anarquía. Hay que ir adaptándose y atemperando el carácter. «A los dos días te replanteas si vale la pena estar enfadado continuamente por alguna trastada, conflictos entre ellas o porque cada dos por tres te interrumpen en tu trabajo; al final hay que tomárselo con filosofía», reconoce María Jesús, a la que una jornada laboral de ocho horas le puede costar «de hora y media a dos de propina» por esos cortes motivados por María y Laura.

No son solo los padres los que sufren el problema de compatibilizar trabajo y niños en la actual situación de cuarentena. El confinamiento en casa también tiene a los abuelos como víctimas colaterales, «y más —puntualiza Guillermo— si estos están acostumbrados a hacerse cargo de los pequeños entre semana», una situación habitual en familias en la que los dos progenitores —o uno de ellos en caso de padres divorciados o familias monoparentales— tienen parte de su horario laboral fuera del horario escolar. «Los iaios son los que peor lo llevan; no están acostumbrados a más de dos días sin ver a las niñas». «Ojalá se solucione pronto esta crisis», desea María Jesús.