El caso de la adolescente fallecida víctima de un cáncer que llegó hasta los tribunales para conseguir que la criogenizaran para poder morir con la esperanza de que en el futuro hubiera cura para su enfermedad abre el debate de cómo deseamos ser tratados hasta el final de nuestros días.

Lo cierto es que la mayoría no desea ni pensarlo. Quizás por esto solo 1.809 castellonenses han dejado constancia por escrito, en el llamado registro de voluntades anticipadas. Por medio de este documento, una persona mayor de edad o menor emancipada, con capacidad legal y suficiente, manifiesta las instrucciones que sobre las actuaciones médicas se deben tener en cuenta cuando se encuentre en una situación en la que las circunstancias que concurran no le permitan expresar libremente su voluntad.

Pero, como explican desde la Asociación Defensor del Paciente, la cifra de personas que han hecho este trámite es bajísima. En toda la Comunitat Valenciana son un total de 18.186. Desde esta asociación lo atribuyen a dos posibles factores. Uno, la dejadez y otro la falta de información. «Nadie quiere pensar en la muerte. No se cavila sobre esto, no queremos meditar sobre que no somos eternos y que podemos morir en cualquier momento», señalan desde este colectivo. A su vez indican que «se debería dar más publicidad por parte de la administración a la existencia de estos registros y explicar las razones por las que es positivo hacerlo. Y es que, según explican las mismas fuentes, «es importante dejarlo bien especificado para, por un lado, liberar a los familiares de tener que tomar esta difícil decisión; y a la vez permitir que nuestras voluntades se cumplan».

Así, desde el Defensor del Paciente subrayan la importancia de que la familia no tenga que pelear con los médicos para que se pueda cumplir la voluntad de los familiares, que desconocen la voluntad del paciente.

CONFLICTO // Además, plantean el conflicto que podría producirse si el deseo del paciente no coincide con las creencias éticas o religiosas de sus familiares. Algo que podría provocar, en ausencia de testamento vital, que nunca se cumpliera la voluntad del interesado. Por ejemplo, señalan; «Yo no quiero sufrir, quiero una muerte digna con sufrimiento digno, pero a lo mejor mi marido o mis padres tienen unas creencias totalmente diferentes e incluso van a luchar por mantenerme viva pese al sufrimiento».