Muchos recordamos todavía el día en que tuvo lugar en el iglesia Mayor de Santa María un acto religioso de amplia repercusión en Castelló por el que se procedía por el entonces obispo de la diócesis, Juan Antonio Reig Pla, a solicitar a través de la Conferencia Episcopal que santa Genoveva fuera nombrada patrona de los discapacitados del mundo. Se estaba inaugurando el nuevo altar que hoy es ya punto de encuentro y referencia de la iglesia arciprestal y estuvieron presentes varias decenas de hermanas y madres Angélicas de España y de Europa, también de México, aunque especialmente de Zaragoza, donde se halla la Casa Madre de la congregación. La sencilla y hermosa talla de la artista García Roy, con los relieves adicionales de madera y alabastro, hace elevar la mirada física y la interior de los feligreses y los curiosos hasta la altura de la santa cojita de Almenara, que recién canonizada empezó por otorgar a Castellón un motivo de peregrinaje y también de turismo artístico y espiritual.

Como en los mejores días de fiestas o de duelo, la plaza Mayor adquiría protagonismo por las celebraciones aquellos días del 400º aniversario del Campanar de la Vila, esta atalaya de la ciudad que es el Fadrí para tantístimos castellonenses, como lo ha sido otras veces como torre de avisos y llamadas para muchas generaciones desde 1604. Y hay que pensar que esa misma plaza será escenario --lo es-- de encuentros de otro orden, que nos ayudarán a calibrar lo que supone tener por primera vez una santa tan cercana con la que poder dialogar y encauzar nuestras peticiones o la gran generosidad de nuestro pueblo. Alguien veía en todo lo dicho del mundo interior de la niña metáforas premonitorias de su vida ecuménica.

SU VIDA. Hija de José Torres y Vicenta Morales, nació el 3 de enero de 1870 en Almenara. Familia de jornaleros del campo, Genoveva fue la menor de seis hermanos. Fue tremendo el hecho de que el padre de familia falleció muy pronto y cuatro de los hermanos de la monjita también. Y cuando Genoveva tenía ocho años de edad, falleció igualmente de grave enfermedad su madre. Queda, pues, en dolorosa orfandad con su hermano José, con 18 años. Los dos se animan, se ayudan y viven la angustiosa situación, con la niña cuidando de la casa mientras el chico trabaja en lo que puede, como jornalero, tanto en la huerta como en los arrozales, una especialidad notable de los campos de Almenara.

La luminosa inteligencia natural de Genoveva puede enriquecerse en el colegio, aunque llena su espíritu en la catequesis parroquial y multiplica su experiencia vital con todo el ingenio puesto al servicio de la supervivencia. Aquella casa de la calle del Horno, escenario de los sueños y de los juegos de la niña con sus vecinitas, con eco todavía de risas y llantos, de plegarias, es hoy una de las casas españolas de las Religiosas Angélicas. Y allí entonces se observaba el cruce del barranco con la carretera general, límite de la jurisdicción de los obispados de Valencia, Segorbe, Mallorca y Tortosa donde, según el historiador Sarthou Carreres, había un mojón, cónico, denominado «de los cuatro obispados», vigilado todo por la torre en cuyo entorno se encendían en tiempos remotos hogueras o almenaras de fuego cuando se percibía el peligro de invasiones, tan habituales.

CON MULETAS. Lo cierto es que a los 13 años sufrió la amputación urgente de la pierna izquierda a causa de un tumor maligno. Fueron unas pruebas terribles que no mermaron su genio y sus inquietudes. Huérfana, minusválida con muletas y pobre de solemnidad fue internada en la Casa Misericordia de las Carmelitas de València y aquello fue el principio de su grandiosa vida de creación y de entrega. Pionera de una política de ayuda a las mujeres solitarias, sin familia ni hogar, el 2 de febrero de 1911, a los 41 años, abrió en València su primera casa de acogida, fundando así la Sociedad Angélica. Y al año siguiente en Zaragoza, al tiempo que poco a poco crecían las vocaciones a su alrededor.

LA CONGREGACIÓN. En 1925 se aprobó la Congregación como de Derecho Diocesano y fueron apareciendo nuevas fundaciones en varios puntos de España, también en México y en Roma. El 18 de diciembre de 1925 llegó la conformidad diocesana para erigirse en Instituto Religioso y la madre Genoveva se convirtió en superiora general de la Congregación con sorprendentes escritos de sencilla pero profunda espiritualidad. Y el 25 de marzo de 1953 la orden recibió de Roma la definitiva aprobación pontificia y, desde entonces, se llaman Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles, es decir, las Angélicas.

La fundadora ya pudo morir en paz. Fue a los 86 años de edad y en Zaragoza, donde podemos ver la cripta con su sepulcro. Y, desde allí, la carrera de la santidad. Varias gestiones, y en 1975 se concedió el oportuno permiso para, en 1976, comenzara a actuar el Tribunal Diocesano, en un largo proceso que se clausuró en Roma en abril de 1978, para cruzar los filtros de virtudes heroicas, para llegar a la beatificación el 2 de julio de 1994, con su canonización.

Finalmente, el Papa vino a Madrid para elevarla a los altares el 4 de mayo de 2003. Ya es, desde entonces, nuestra santa Genoveva y podemos visitarla. Todo ha tenido y sigue teniendo afortunada continuación.