Hablar de agricultura en Castellón es hacerlo, fundamentalmente, de cítricos. También de olivas y almendras en el secano. No obstante, sin llegar a las producciones de estos cultivos top, en la provincia existen, como setas que crecen aquí y allá, pequeñas zonas especializadas en la fruta de verano, sean melones y sandías, cerezas o, en menor escala, melocotones, ciruelas o nísperos. La situación de todos ellos tiene un nexo común, que es la pérdida de superficie plantada debido fundamentalmente a que son cultivos en los que la red de distribución es escasa y a la progresiva jubilación de la que probablemente es la última generación de agricultores.

En la provincia, la superficie destinada a estos productos es, según el último anuario agrícola de la Generalitat, de 2.334 hectáreas, casi un 24% menos que hace tan solo un lustro, cuando alcanzaban las 3.014. Los dos cultivos estrella en la actualidad (juntos suman más de la mitad de la superficie) son la sandía y la cereza, cuya producción se concentra en el Baix Maestrat, la primera en la zona litoral y la segunda, en el interior.

Si hay un municipio cirerer por excelencia ese es la Salzadella, cuya cooperativa San Blas, dirigida por José Luis Vilaplana, acabó la campaña el pasado jueves. El balance no puede ser positivo, pues la falta de lluvias y las heladas de los meses de invierno redujeron la cosecha drásticamente, en torno a los 80.000 kilos.

Estas cerezas, por el que los agricultores han cobrado este año alrededor de dos euros (un precio superior al del 2018 precisamente por la caída de la producción), se venden fundamentalmente en la Comunitat, donde en las grandes superficies pueden alcanzar los seis euros e incluso más al inicio de la campaña. Solo en temporadas buenas se exporta a Francia o Alemania parte de la producción.

También en comercios de proximidad se consumen los 3.000 kilos la cereza que cultiva Enric Simó en la Jana de forma ecológica. Este agricultor decidió dar el salto a este modelo hace casi una década, lo que le permite vender a más de tres euros/kilo su producción, aunque el calibre suela ser más pequeño.

MÁS SANDÍA, MENOS HUERTA // En el caso de la sandía, la producción está muy focalizada en las tres localidades costeras del Maestrat: Vinaròs, Benicarló y Peñíscola. De hecho, tan solo la cooperativa Benihort, con 10 millones de kilos de esta fruta típicamente veraniega, copa el 70% de la producción de la provincia.

Uno de sus socios es Eduardo Arín, que explica que los productores «firmarían» que la campaña que arrancará en los próximos días fuera tan buena como la anterior, cuando se llegaron a pagar 17 céntimos por kilo, dos más de lo que se considera un precio razonable. Arín, que también es responsable de Fepac-Asaja en Benicarló, asegura que este cultivo se ha impuesto en verano porque otros vinculados a las verduras que requerían una recolección manual se fueron abandonando hace aproximadamente 15 años por falta de rentabilidad.

La inexistencia de relevo generacional es lo que explica que se haya perdido buena parte de la tradición melonera en la Plana Baixa, donde hace cinco años se trabajaba el doble de superficie que ahora. Uno de los que resisten es Vicente Eixea, un agricultor de Xilxes que, con su apuesta por la calidad, también ha logrado crear una red de distribución propia y sin intermediarios en las grandes ciudades de la comarca.

En el Palancia y el interior de la Plana Alta también sobreviven reductos de cultivos de nísperos y melocotón, respectivamente.