Cuando los surrealistas franceses quisieron expulsar del mismo al genial pintor Salvador Dalí del movimiento, este respondió con una de sus célebres citas: «¡No podéis expulsarme porque yo soy el Surrealismo!». Atendiendo a la visita que el artista realizó a Vinaròs el 8 de agosto de 1965, no le faltaba razón...

El célebre catalán fue invitado por el célebre alcalde Paco Balada para apadrinar las III Fiestas del Langostino. Más de 10.000 personas tributaron un apoteósico recibimiento a un Salvador Dalí que por aquel entonces contaba con 60 años, disfrutando ya de una indiscutible fama internacional. El artista no pasó desapercibido desde que llegó hasta que se fue de Vinaròs, momento en el que confesó a su chófer: "Marxem que aquí estan més bojos que jo".

“Que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de mí”, aseguró en alguna ocasión un Dalí que atracó en el puerto a bordo de una lujosa embarcación a primera hora de la tarde “con una vestimenta extravagante, e iba acompañado por bellas señoritas modelos de diferentes nacionalidades y una pequeña pantera”, según la crónica de Mediterráneo de esta ilustre visita, pudiendo comprobar la veracidad de la misma en la imagen que acompaña esta información. Añaden los informadores de la época que un helicóptero arrojaba claveles a la ilustre embajada, mientras un buen puñado de barcas hacían sonar sus sirenas y se disparaban continuas tracas.

El bigote de Dalí, en peligro

Miles de vinarossencs recibieron al artista y cuentan los relatos de la época que se produjeron escenas “de verdadero histerismo colectivo. Algunos turistas le obsequiaron con collares y coronas y hubo una señorita inglesa que se acercó y a punto estuvo de cortar una de las antenas de su metafísico bigote”, según la citada información.

Ya en tierra, Salvador Dalí desfiló en una monumental carroza tirada por ocho ornamentados caballos, junto a una escultural acompañante y un capitán irlandés que portaba al cuello una pequeña pantera viva (ocelote), como se puede comprobar en la imagen superior. El artista, peculiar donde los haya, estaba envuelto en grandes redes, y en la parte superior del vehículo se podía leer en un gran letrero: Langostinos 1965. Una performance en toda regla.

Acompañando a la surrealista carroza, cientos de coches y ciudadanos que no daban crédito a la daliniana estampa. Para concluir esta histórica visita, ya en la plaza de toros Dalí presidió la alternativa de su amigo, el diestro mexicano Juan de Dios Salazar. La anécdota fue que al marchar le dijo a su chófer "marxem que aquí estan més bojos que jo". Y es que el de Figueres aseguró en más de una ocasión lo siguiente: «La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco».

Las imágenes inferiores son también de la visita de Salvador Dalí a Vinaròs en 1965.