Ayer fue un día bastante «tranquilo» para Fernando Gómez, un camionero de Castellón que va a Francia todas las semanas y que, por lo tanto, ha vivido muy de cerca las protestas. Pero es la excepción a la regla en el transcurso de tres semanas marcadas por constantes retrasos, y en las que le ha pasado de todo.

«La semana pasada, en Arlés, tarde ocho horas en cubrir tres kilómetros. Y yo me pregunto por qué tengo que pagar yo sus reivindicaciones», detalla. Al día siguiente, harto, intentó salirse de la cola de camiones retenidos y tuvo un incidente con los manifestantes: «Vinieron todos corriendo hacia mí». Finalmente, logró llegar a un acuerdo con ellos y le dejaron pasar. «Les dije que ellos iban a pasar la noche en su casa y que a mí me tocaba seguir trabajando», detalla el camionero.

Incomprensión

Esa es precisamente una de las mayores incomodidades de tener que sufrir estas restricciones: no poder volver a casa: «El fin de semana pasado, a causa de los cortes de carretera y de los retrasos, tuve que quedarme en Barcelona porque se me terminó el tiempo semanal legal de conducción».

Durante estas jornadas, se ha encontrado con la incomprensión de algunos clientes --«saben que los retrasos son por las protestas pero les da igual»--, y de los trabajadores de algunas plataformas logísticas, que si no llega a la hora establecida no le dejan descargar.

Pese a todo, no se muestra demasiado crítico con los manifestantes. «Hoy, por ejemplo, me han parado en un peaje. Pero lo único que querían era que pitara en señal de apoyo a sus protestas. He pitado y me han dejado pasar sin problemas».