Mientras la borrasca Gloria se aleja y, desciende la intensidad del oleaje, las playas de arena vuelven a emerger. Pero el temporal deja su rastro en toneladas de detritos. Plásticos, piedras y también algas, así como vegetación y fauna marina. Entre ellos, por ejemplo, en la playa del Pinar han aparecido decenas de pepinos de mar.

Es solo un ejemplo de una escena que se repite en todo el litoral, de norte a sur. A medida que el mar se retira, los municipios ponen en marcha su maquinaria para poder devolver cuanto antes la normalidad a su litoral. La fuerza destructiva ha arrastrado piedras de gran tamaño, elementos del mobiliario estival, como duchas, lavapies, pasarelas de madera o casetas han aparecido flotando en medio de la arena o han sido arrastradas varios metros tierra adentro.

Las máquinas excavadoras, los tractores y los camiones han tomado las playas para intentar paliar los daños causados por Gloria. Unas heridas que tardarán tiempo en sanar. Unas después que otras.

Los paseos marítimos. Adoquines y piedras arrancadas de cuajo. Las pasarelas de madera sepultadas por cientos de piedras.

Dicen que el mar vuelve siempre por sus fueros, que no se le puede quitar metros. Quienes claman por inversiones para intentar recuperar los espacios públicos y privados dañados. Quienes se preguntan si vale la pena el desembolso para construir elementos efímeros que, año sí, año no, acaba tragándose el oleaje. Y quienes piden actuaciones más profundas para evitar que el mar acabe convirtiendo en un recuerdo el litoral de Castellón.