Decía Miguel Delibes que la caza es un placer de ida y vuelta. «Durante seis días de la semana el hombre se carga de razones para abandonar por unas horas los convencionalismos sociales, la rutina cotidiana, lo previsible. Al séptimo día, se satura de oxígeno y libertad, se enfrenta con lo imprevisto, experimenta la ilusión de crear su propia suerte… pero al mismo tiempo se fatiga, sufre de sed, de hambre o de frío». El autor, que siempre se definió como un cazador que escribía novelas, sentía pasión por una práctica cuyos números siguen impresionando. Y eso que ya no es lo que era. Tampoco en Castellón, donde en la última década se ha perdido prácticamente la mitad de las licencias. Pero aun así, la afición a esta actividad sigue muy viva. Basta darse una vuelta estos días por los montes o por algunos restaurantes del interior. ¡Están llenos de aficionados que visten de verde! Porque ayer arrancó la temporada y en Castellón es tiempo de caza.

Iván Felip es uno de los cazadores de Castellón que ayer se levantó cuando todavía era de noche, cogió el coche, la escopeta y los perros, y se echó al monte. «Cazo desde que tenía 14 años y ahora tengo 62», cuenta este aficionado de Castelló que, junto a su mujer y sus hijos (también cazadores), se desplaza cada temporada desde la capital hasta el término de Alcalà de Xivert para tirar a la perdiz y al tordo. «Cada vez hay menos piezas, pero es que el tiempo ha cambiado. Antes íbamos con jersey de cuello alto y ahora, con este calor, lo hacemos en pantalón corto», dice.

Pero, ¿cuántos aficionados quedan en la provincia? ¿cuál es el perfil del cazador? Pese a que la Federación de Caza es una de las que más licencias sigue teniendo, la realidad es que en los últimos años se han perdido muchas. Hoy en Castellón se contabilizan 12.077 licencias, según datos de la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente, 7.500 menos que hace diez años. «Es cierto que cada hay menos cazadores y eso se nota en la disminución de las licencias expedidas. No obstante, se está viendo un repunte entre los jóvenes», apunta Antonio Museros, delegado provincial de la Federación de Caza de la Comunitat Valenciana.

El cazador se hace viejo

Museros habla de un repunte en la cifra de cazadores menores de 40 años, pero la realidad es que buena parte de los aficionados de Castellón tienen más de 65 años. Jesús Martínez es uno de ellos. Tiene 77 años, la caza es su vida y, además, es el presidente del Club la Perdiz de la Vall d’Uixó, uno de los más grandes que existen en la provincia. Tiene 560 socios, aunque en los noventa llegaron a ser 1.200. «Los jóvenes están más por el botellón, y los que se dan de baja por la edad son muchos más que los jóvenes que entran», asegura Martínez, quién añade que los que aguantan lo hacen «con toda la ilusión».

Pese a que el perfil del aficionado es mayoritariamente masculino, la caza atrae a cada vez más mujeres. Y si no que se lo pregunten a Judith Fabregat o a Adela Moliner. Judith es de Almassora, tiene 31 años y caza desde hace cuatro años, aunque desde siempre este mundillo le ha llamado la atención. «Mis abuelos paternos eran cazadores y mi marido también lo es», cuenta esta auxiliar de Enfermería que, además, colecciona medallas. De hecho, ha sido varias veces subcampeona provincial y tercera autonómica en campeonatos de caza menor con perro y codorniz a máquina. «Hay muchísima gente que cuando me ve en el monte se sorprende, pero lo hace en positivo».

Judith empezó a cazar hace 4 años y Adela Moliner, de l’Alcora, lleva más de dos décadas. «Salgo con mi marido Valentín y con mi hijo. La caza para mí es sinónimo de relajación, de contacto con la naturaleza, de compañía», dice esta aficionada que es también vicepresidenta del Club La Alcorense.

A los jóvenes les cuesta entrar y entender todo el mundillo que rodea a la caza, y la legislación cada vez se lo pone más difícil. «Desde hace unos años para obtener la licencia hay que hacer un examen, estar federado para tener un seguro y renovar el permiso de armas cada cierto tiempo», argumenta Marc Muñoz, un aficionado de Sant Jordi que también constata que se trata de una actividad que poco a poco va perdiendo adeptos.

Beneficios económicos

Ser cazador cada vez es más complicado y, además, es una afición cara. Hay que pagar la cuota anual del coto (aunque en la provincia hay zonas libres, la mayoría caza en cotos) y el gasto en ropa, munición o el mantenimiento de los perros también es elevado. Pero más que de gastos, los aficionados hablan de los beneficios económicos que genera la caza. «Hay restaurantes y estaciones de servicio que esperan la temporada como agua de mayo», coinciden. Porque para buena parte de los cazadores, el esmorzaret es sagrado. Y eso hace sonar las cajas registradoras de decenas de pequeños negocios.

Para muchas localidades, la caza es una actividad de primera magnitud, pero a los cazadores últimamente les persigue la mala fama. La ecología y el animalismo han puesto a esta actividad milenaria en el punto de mira y ha hecho incluso que entre en la refriega política. «Quienes piensan así es porque no están bien informados. El cazador es el primero que cuida el monte y la mayoría de los clubs gastan grandes cantidades de dinero en tener los terrenos en condiciones», argumenta Rafael Benages, otro aficionado de Castelló.

El papel de los clubs

Sacha Renau, presidente del Club de Cazadores La Alcorense, también defiende que la mala prensa que acompaña al cazador no es en absoluto cierta. «Si no fuera por los cazadores y por los clubs en muchos sitios no quedaría nada. En l’Alcora hacemos y reponemos balsas de agua, bebederos y comederos para los animales. Cada año, por ejemplo, rellenamos las balsas con entre 230.000 y 240.000 litros de agua, una cantidad que esta temporada se ha reforzado en otros 30.000 debido a la sequía», enumera el presidente de un colectivo que cuenta con algo más de 700 asociados.

Los clubs de caza son mucho más que meras asociaciones de aficionados y todos trabajan codo con codo con la Federación. Porque, precisamente, uno de los objetivos de la delegación provincial de caza es llegar cada vez a más personas, sobre todo a los jóvenes. «Vamos a seguir trabajando para trasmitir los valores de la caza a los más jóvenes y el respeto por el medio ambiente. Y también queremos llegar al cazador de a pie», explica Museros.

Retos aparte, para los 13.000 aficionados de la provincia ayer empezaron los madrugones. Y las previsiones son buenas. «La perdiz, que es la reina, ha criado bien. El conejo se presenta fuerte allí donde los hay y el zorzal es todavía una incógnita. En cuanto a la caza mayor, el jabalí se presenta con grandes expectativas», describe el delegado provincial.