Nadie nace aprendido. Enseñanza, abogacía, periodismo, carrera policial y judicial… todas las profesiones tienen sus comienzos y nadie dijo que fueran fáciles. La sanidad no es una excepción. Si la situación actual ya es de por sí complicada para médicos, enfermeros y auxiliares veteranos, la dificultad y las inseguridades se multiplican para aquellos que todavía están en los inicios de su carrera profesional. Y si el espacio en el que hay que ejercer es la UCI, un área especialmente sensible, con pacientes críticos, una idiosincrasia singular y protocolos muy estrictos, el reto es todavía mayor.

«Yo ya había estado un tiempo en la UCI del Hospital la Plana, en Vila-real, y era de las afortunadas porque tenía alguna experiencia previa en cuidados intensivos. Sin embargo, al llegar al General, todo había cambiado. Estaba cubierto de plásticos, había muchas personas cambiándose en los pasillos para acceder a las zonas covid-19… Nos encontramos en la situación de que no había tiempo para que nos hicieran caso, los profesionales con plaza fija estaban muy estresados, desbordados por la escalada de casos…», cuenta la enfermera castellonense Miriam Fernández, quien reconoce haber tenido que «madurar profesionalmente a marchas forzadas».

Veteranos y principiantes

«Los veteranos se mezclaron con los nuevos que habíamos llegado a la unidad, pero, a veces, nos tocaba echarnos a los leones sin saber si lo estábamos haciendo bien del todo. No había tiempo de nada, nos necesitaban y teníamos que estar ahí», explica la sanitaria de 30 años, quien destaca que la UCI, cuando no estás familiarizado con ella puede ser «como una nave espacial, llena de monitores, botones y pitidos por todos lados».

La experiencia de Miriam no es, ni mucho menos, una excepción. Aurora Iranzo, experimentada enfermera de la UCI de Castellón, reconoce que durante la segunda quincena de marzo y principios del mes de abril «la organización fue una locura». «No tuvimos tiempo ni de echar una mano a quienes venían nuevos de fuera porque la presión asistencial no lo permitía», admite.

El buzo, dificultad añadida

La vestimenta que deben llevar en la UCI para protegerse de la covid-19 les pone a los sanitarios las cosas todavía más difíciles. «Llevas tres guantes, el buzo, las dos mascarillas, unas gafas que se empañan y no ves nada… Además no te puedes tocar, te salen úlceras en la nariz por los roces y tu habilidad con tres guantes no es la mejor del mundo…», explican otros profesionales con experiencia en el área de Vinaròs.

En la Plana, el departamento con una mayor tasa de contagios por coronavirus, han tenido que hacer frente a una sobrecarga de trabajo sin precedentes. «Hay momentos de mucho estrés, ansiedad, sales del hospital llorando de impotencia o simplemente de cansancio. En las UCI se viven momentos durísimos y tienes que ir encajándolo todo psicológicamente», relata otra enfermera del centro.

¿Qué es una UCI?

La Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) es un área de visitas restringidas, donde ingresan pacientes críticos con un riesgo vital actual o potencial. Puede albergar, por ejemplo, a víctimas de accidentes de tráfico, pacientes que necesitan curas intensivas tras una operación de riesgo o, como en el caso actual, a enfermos en estado grave de coronavirus --el resto están en la planta de enfermedades infecciosas--. Estas áreas cuentan con una gran densidad tecnológica y los enfermos están rodeados de tubos, sondas, monitores y demás aparatología. Tanto los médicos intensivistas como las enfermeras de UCI son expertos en técnicas enfocadas a mantener con vida al paciente.