Son ya tres semanas. 23 días encerrados en casa. Son tantos que algunos ya han perdido la cuenta. Otros, en cambio, llevan los números a rajatabla. Pero se pertenezca a un bando o a otro, la realidad es que seguimos confinados. Sin salir nada más que a hacer la compra, ir a la farmacia o pasear al perro. Es lo que hay y seguirá habiendo hasta el 25 de abril.

Los bares y restaurantes siguen cerrados. Y los comercios de ropa. Y los gimnasios. Y las peluquerías. No queda otra que quedarse en casa y el resultado son calles y plazas completamente vacías, carreteras sin tráfico, paseos sin caminantes. «Al perro hay que sacarlo, aunque en las últimas semanas he limitado al máximo sus salidas», comenta Felix, un vecino de Castelló que, con guantes y mascarilla, salió ayer unos minutos. El resto del día, como todos, los paso entre juegos de mesa y alguna que otra película.

Una ‘no’ Semana Santa

Si en Castelló las escenas de calles vacías se repiten en todos los barrios, en localidades como Benicàssim, Orpesa o Peñíscola la imagen es la misma. Silencio total. En comunidades como Madrid o Cataluña este fin de semana hubieran empezado las vacaciones de Semana Santa y, en circunstancias normales, las playas y los paseos marítimos de estas localidades serían un ir y venir de turistas, ávidos de los primeros rayos de sol de la temporada. Ayer la imagen era muy distinta. Apartamentos vacíos. Terrazas sin clientes. «El año pasado por estas fechas estas calles estaban llenas de vida y ahora no hay nadie», explica Sara, una vecina de Benicàssim que asegura que desde su balcón solo ve la calle desocupada. «Mi bloque de apartamentos hoy estaría lleno y, en cambio, solo se oyen los pájaros», describe.

Las playas también presentan una imagen inédita. A cuatro días del Viernes Santo no hay nadie paseando por la arena. Y la Policía se encarga de que así sea. «Están vigilando constatemente que la gente cumpla las normas y me parece bien. A todos nos gustaría bajar a estirar las piernas y a que nos dé el sol, pero ya vendrán tiempos mejores», dice Antonio, un vecino de Orpesa que asegura que no sale de casa desde el pasado 15 de marzo. «Mi mujer es la que sale a comprar y procura hacerlo lo menos posible», sentencia.

Y en las carreteras más de lo mismo. En viales como la N-340 o la liberada AP-7, donde a principios de año los alcaldes pronosticaban un colapso con el aluvión de turistas por Pascua, apenas hay tráfico, más allá de algún camión de mercancías y alguna patrulla de la Guardia Civil. Al turismo de Castellón le han robado el mes de abril.