El 2020 se cerró en Castellón con unas cifras de viajeros paupérrimas, que nada tienen que ver con los registros que acostumbraba el sector turístico años atrás. Y solo el turismo rural se ha salvado, en parte, de la quema. Ahora, con el inicio de la desescalada, los teléfonos de las casas y hoteles rurales del interior de la provincia vuelven a sonar y el sector confía que una vez despejadas todas las incógnitas que quedan de cara a Semana Santa, se podría colgar el cartel de completo.

Tras unos meses de enero y febrero para olvidar y con cero ingresos, los alojamientos del interior empiezan a ver la luz al final del túnel. A diferencia de lo que les sucede a los hoteles de la costa, que dan la Semana Santa por perdida (el grueso de la planta hotelera no abrirá hasta finales de mayo o principios de julio), los empresarios que viven del turismo rural pronostican una buena campaña y cada día que pasa son más los establecimientos con todas las plazas reservadas. «Las perspectivas son muy buenas y cada día tenemos más reservas. De hecho, yo diría que en estos momentos la demanda es superior a la oferta y solo en los últimos dos ó tres días me han llamado una treintena de clientes», describe Gabriel Mayo, propietario de dos alojamientos rurales en Vilafamés y gerente, de la bodega Magnanimus, dedicada también al enoturismo.

Joaquin Deusdad, propietario del hotel rural El Faixero y presidente de la Asociación de Turismo Rural (ATR) de Castellón, asegura que si nada se tuerce los alojamientos del interior estarán esta Semana Santa al cien por cien de ocupación. «Estos últimos días ya se ha notado más movimiento. Para el puente de San José las reservas van muy bien y para Pascua, todavía mejor», describe.

Las reservas empiezan a llegar y lo hacen tras uno de los peores inicios de año que se recuerda. «Nuestros clientes son mayoritariamente urbanitas y el cierre perimetral de las ciudades de más de 50.000 habitantes durante los fines de semana nos afectó de lleno», reconoce Gustavo Martí, gerente de Mas de Borrás, en Villahermosa del Río, que asegura que el covid ha puesto más de moda las escapadas al interior. «Hay muchas ganas de salir y el cliente necesita desconectar. Y qué mejor manera de hacerlo que en un entorno rural, nada masificado y que permite salir al aire libre respetando todas las medidas de seguridad», argumenta.

MÁS DEMANDA QUE OFERTA

Las próximas semanas pintan muy bien para los alojamientos del interior y, si no existieran limitaciones de aforo, todavía sería mucho mejor. «Los clientes tienen que comer y en el restaurante el aforo máximo permitido es del 30%. Y eso significa que no podemos llenar todas las habitaciones de las que disponemos», explica Martí.

Todas las comunidades autónomas cerrarán cinco días en el puente de San José y otros 15 en Semana Santa pero esas restricciones, acordadas esta semana en el Consejo Interterritorial de Sanidad, apenas afectarán al sector del turismo rural. «Más del 90% de nuestros clientes son de la Comunitat Valenciana y, por lo tanto, ese cierre no nos afectará. Incluso podría ser para bien ya que si hay familias que pensaban hacer una escapada, por ejemplo, a los Pirineos ahora se quedarán en al Comunitat e igual optan por pasar unos días en el interior de Castellón», apunta Deusdad.

Los alojamientos de interior han escapado a la crisis, pero el covid también les ha afectado. La primera mitad del 2020 fue para olvidar, aunque el sector logró sacudirse de la miseria con la llegada del verano: la nueva normalidad llevó a muchas familias a cambiar el turismo de sol y playa por el de interior. Las trabas para viajar al extranjero también favorecieron que las casas rurales fuesen una alternativa vacacional. «El verano y el principio del otoño fueron muy buenos, excepcionales», coinciden otros dos empresarios .

Pero aunque el verano se salvó, el balance del 2020 no es bueno. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) revelan que casas y hoteles rurales de la provincia cerraron el año con 32.691 viajeros, un 31% menos que un año antes. Las pernoctaciones también bajaron y pasaron de las 121.288 del 2019 a las casi 96.000 del ejercicio pasado. Unos datos que, aún no siendo para tirar cohetes, paradójicamente son la única buena noticia que el sector turístico se ha podido llevar a la boca. En los hoteles de la costa la caída ha sido mucho más fuerte y han perdido 800.000 viajeros.