Si es de los rezagados, de los que lo dejan todo para última hora, y en los últimos días ha intentado encontrar un alojamiento rural en Castellón para pasar el fin de semana de la Inmaculada o despedir el año, habrá comprobado que en municipios como Morella, Culla o Vilafamés quedan pocas plazas libres. Y eso que el calendario esta vez no es nada benévolo para el sector del turismo de interior. El viernes 7 de diciembre es laborable (los colegios e institutos están abiertos en la mayoría de los municipios), como tampoco es festivo el lunes 31 de diciembre. Aun así, reina el optimismo entre los empresarios. «Las reservas van muy bien y la previsión es llenar tanto en la Inmaculada como en fin de año», apunta Joaquin Deusdad, gerente del hotel El Faixero, en Cinctorres, y presidente de la Asociación de Turismo Rural de Castellón. Pregunte donde pregunte, la respuesta es que las reservas para esta recta final del año son positivas, pero los datos oficiales apuntan a que el alojamiento de interior está echando el freno. Al menos, si se comparan los datos de este 2018 con los del pasado ejercicio, que fue el mejor desde antes de la crisis. La estadística que maneja Turisme Comunitat Valenciana, a partir de la encuesta del INE, revela que durante los diez primeros meses del año 38.342 viajeros se alojaron en una de las 500 casas y hoteles rurales con los que cuenta la provincia. Son 9.530 menos que en el mismo periodo del año pasado (-20%). El rural no es el único turismo que se frena. También lo hacen los apartamentos, que acumulan un descenso anual del 15%, y los hoteles, que retroceden un 1,1%. Solamente los cámpings continúan en racha.

Pese a que los datos oficiales evidencian que la ocupación en los alojamientos rurales puede haber tocado techo, las cifras siguen siendo mucho mejores que las de hace siete años. En el 2011, en plena crisis, la cifra de viajeros apenas alcanzó los 29.000 y un año más tarde se quedó en 30.859. «Este va a ser un buen año y las reservas apuntan a un lleno en fin de año», asegura Lledó Agüera, de Mas de Borrás, sito en Villahermosa del Río.

LAS ALEGRÍAS, POR BARRIOS

Donde también van a colgar el cartel de completo es en Aldea Roqueta, un hotel de 18 habitaciones ubicado en Culla. «Para el próximo fin de semana lo tenemos todo lleno a falta de una habitación. Para Nochevieja colgamos el cartel de completo hace ya unas semanas», explica Aitor Celades, uno de sus responsables.

En Vilafamés pronostican también un buen final de año. «La localidad está de moda y el número de visitantes va claramente al alza», añade Gabriel Mayo, propietarios de varios alojamientos rurales en una localidad donde en los últimos años ha aumentado la oferta. «En tres o cuatro años se han abierto nuevos alojamientos y la verdad es que no nos podemos quejar. Cada vez hay más gente», subraya el empresario.

Hay empresarios (muchos) a los que el negocio les va bien y otros que no han tenido más remedio que cerrar. En la provincia, y siempre según los datos de Turisme, hay contabilizadas 438 casas rurales, 15 menos que hace un año. Y con las plazas ocurre lo mismo: 3.214 al cierre del 2017, 129 menos que en 2016. «El sector se ha profesionalizado y la apostado por la innovación y la mejora de los canales de venta», insiste Joaquín Deusdad.

Mejor promoción y también una oferta cada vez más completa. Cada vez son más los alojamientos que trabajan conjuntamente con empresas de turismo activo, un sector que en Castellón continúa creciendo. En la provincia ya son 48 las compañías que se dedican a organizar actividades complementarias, un 60% más que hace un lustro.