Qué tengo 40 años», repetía con la voz entrecortada en la cima del criminal del Mas de la Costa. Le faltaba la respiración, pero no solo a él, a Alejandro Valverde, sino a todos. Victoria épica, maravillosa, triunfo para engrandecer todavía más el palmarés de un ciclista que no es solo irrepetible sino una leyenda viva, el más grande de cuantos corredores están en activo.

Una victoria que llegó en una de las ascensiones más complicadas de esta edición de la ronda española, que pese a que apenas tiene cuatro kilómetros cuenta con rampas de hasta el 22%. Un auténtico muro al que tuvieron que enfrentarse los supervivientes de la ronda española.

Valverde repite, dice hasta la saciedad, que él no corre la Vuelta para ganarla, que para eso están otros, por ejemplo, el fortísimo Primoz Roglic. Pero es que lo tenemos allí, allí donde ha estado siempre, en la cumbre, en la pelea y casi se podría decir desde que se inventó el ciclismo. Lo tenemos tercero de la general y ganador de una etapa con garra y complicada, mucho antes de que se presentase la asesina subida al Mas de la Costa, donde los ciclistas cruzaban la meta uno a uno y donde era mejor ascender en tractor que en bici.

El mejor Valverde sigue en activo. Es el que levanta pasiones en la Vuelta. El que tira un botellín vacío a falta de 2.100 metros para la cima y casi hay tortas para recogerlo. Es el que tiene a Nairo Quintana, fiel y compañero, haciéndole la subida perfecta al Mas de la Costa, con el cuarteto que de aquí a Madrid se va a jugar la victoria: por orden en la general, Superman López. Roglic, Valverde y Quintana.

El mejor Valverde es el que encuentra la perfecta colaboración de Quintana, la alianza idónea. «Yo apretaba para que él rematase». Cada metro de subida que superaba Valverde lo acercaba a la victoria. Escuchaba los gritos de aliento cuando se rezagaba a la cuarta plaza del cuarteto. Pero solo era una estrategia porque veía que Nairo le controlaba la situación. «Me regulaba el ritmo para que no se fuesen ni Superman ni Roglic. Si llegábamos los cuatro juntos a los metros finales sabía que era el más rápido».

LA VICTORIA / Y así fue. Espero a los 100 últimos metros, como si el muro de Huy que decide la Flecha Valona que ha ganado cinco veces se hubiese trasladado a Castellón. Lanza el esprint. Superman, más humano, y Nairo con la satisfacción del trabajo bien hecho, no lo pueden seguir y Roglic solo puede cruzar la meta a rueda del campeón del mundo que se anota su 12ª victoria en la Vuelta, en una jornada en la que el Movistar fue el encargado de trabajar para terminar con una fuga de 10 unidades que cuando el pelotón iba más tranquilo soñaba con hacerse con la etapa.

«Tengo casi 40 años y sigo estando allí. Me sorprendo a mí mismo», repite feliz en la meta. ¿Y si gana la Vuelta? «Sería la leche», responde Valverde. Falso. Sería la releche, la del campeón del mundo que sigue estando allí y que hoy entrará en Cataluña con las opciones enteras, con Montserrat esperando al pelotón de la Vuelta y con las montañas de Andorra en el horizonte, la cita de mañana, otro escenario para que vuelvan a actuar las cuatro estrellas de la ronda, dos colombiano, un esloveno y el inagotable campeón del mundo. La fiesta sigue y Valverde dirige la orquesta. ¿Qué más se puede pedir a esta Vuelta?