Por mis muchos años vividos, por mis oficios y actividades varias que a ello me han obligado, he tenido ocasión de conocer las singularidades de cientos de seres humanos de Castellón. Cuando me sitúo ante el epígrafe de las farmacias, recuerdo que he tenido la ocasión de conocer casi en directo la popularización primera de la penicilina, la necesidad de las fórmulas magistrales, la puesta en marcha de eso que es conocido como el SOE, es decir, el Seguro Obligatorio de Enfermedad y todas sus múltiples derivaciones. También, claro, los hombres y las mujeres que han ejercido como titulares de las farmacias de Castellón y, especialmente, todos y cada uno de los auxiliares, dependientes o mancebos de farmacia de varias épocas. Y también los primeros en manejar instrumentos para conocer la presión arterial.

En otro capítulo de este serial que son mis ‘Seres Humanos’, ya he tenido ocasión de incluir el listado de gran número de farmacias abiertas al público en mi época, pero, por alguna circunstancia que ahora se me escapa, hay dos casos que vuelven al primerísimo plano de mi memoria. Uno es el recordar todas y cada de las novelas que me he leído durante las largas noches de guardia en la soledad de una farmacia de guardia nocturna. Y el otro es recordar a José Calvari, un tipo de castellonero en el mundo de la farmacia, con mucha sabiduría y humanidad en su entorno.

CALLE GOBERNADOR // En mi infancia y primera juventud, he sido vecino de la calle Gobernador, con el Palacio del Obispo como epicentro, la estacioneta de la Panderola con su música y el trinquete viejo en su compás de va y viene en días de partida. El Asilo de los Ancianos Desamparados, con su singular capilla que nos enseñó a estar callados cuando en uno de sus bancos estábamos sentados por algún oficio religioso. Y un montón de nombres propios. La familia Mas los de la imprenta, los Cheret, la señora Carmen la de la tienda, Pizá el futbolista del Castellón, los Ferrara, Paco Marán y los Peñarrocha, Abelardo el conserje del Casino Antiguo, la casa de la Chaveta y su taberna típica, hasta la llegada del farmacéutico Pedro Alegre Fabra, de muy notable familia de la ciudad, que decidió abrir su farmacia en un entorno urbano muy conocido por él, cerca del camí la mar, enfrente de la casa de Pepe Marín y María Teresa, que se acababan de casar. Y me deslumbra ahora todo aquello en el escenario de una calle muy singular, muy de vora séquia, pues yo todavía pude vivir el hecho de ver la acequia enfrente de nuestra casa, hasta donde llegaban con facilidad todas sus leyendas históricas. Y su anecdotario muy habitual. Y un día, apareció también el farmacéutico Joaquín Latasa Latorre y su historia familiar.

LA VIDA // En Monreal del Campo, de Teruel, nació Joaquín Latasa, el 20 de agosto de 1949, hijo de José María y Concepción Latorre. También allí nacieron dos hermanos de Joaquín, es decir, José Miguel y Conchita. Los tres hicieron la carrera de Farmacia, son cosas que suelen ocurrir muy a menudo. Ella tiene ahora el establecimiento en el parque del Oeste, aquí en Castellón, aunque en estos momentos el titular es su hijo, el también farmacéutico Arturo Baltanás, al igual que su padre, Arturo Baltanás Rubio, muy popular en la calle Colón, esquina a Alloza. También la farmacia de la Ronda Mijares está regida por un Baltanás, hijo y hermano de los anteriores.

El mayor de los hermanos Latasa Latorre, José Miguel, es biólogo, médico dermatólogo y, claro, también farmacéutico, como no podía ser menos. Casado con la psicóloga Carmen Gallardo Marí.

La infancia y juventud de todos los de la casa turolense, fue muy igual. Es decir, estudios primarios en la Escuela Nacional del pueblo, bachillerato elemental preparado por el maestro particular don Paco y exámenes libres en el Instituto de Teruel. Seguidamente, el bachiller superior y el preuniversitario en el colegio Sagrado Corazón de Zaragoza y carrera universitaria en Santiago de Compostela. En todos influyó el que José Miguel, ejercía como profesor de Edafología.

LA FAMILIA // Joaquín Latasa, hizo las milicias universitarias en Galicia, pasó por Toledo y efectuó prácticas como alférez de complemento en la Farmacia Militar de Tenerife, en 1975. En ese ir y venir, tuvo ocasión de conocer a la también farmacéutica Asunción Barros de la Peña, gallega nacida en Santiago de Compostela. Simpatizaron, se hicieron novios y se casaron el 15 de agosto de 1976. Un día se enteraron de que el farmacéutico de Borriol quería vender su farmacia. Así que Asunción pasó a ser la titular, al tiempo que el hermano de Joaquín, es decir, José Miguel, les ofreció la oportunidad de regentar la farmacia que había comprado en el Grao de Castellón. Y, para más inri, la tía Pilar Latorre se había casado, también aquí, con el veterinario Eduardo Vidal, mientras la prima Piluchi Vidal contraía matrimonio con el médico Ernesto Roda. Se intuye con todo ello el polo de atracción que tiene Castellón para toda esa familia. Y como el matrimonio tiene tres hijos, una de ellas, María Latasa Barros, farmacéutica, es la actual titular de la farmacia renovadísima y moderna de la calle Gobernador. Y lo que faltaba, su hermana Chitina ha heredado la farmacia de Borriol.

365 PLANTAS. OTRA HISTORIA // El abuelo Mulet que era el titular de la farmacia que hoy regentan en la calle Colón los hermanos Calderón, aunque fue su padre, José María, el que a todos nos enseñó las características del arbolado del paseo de Ribalta. Ambos cedieron la aureola al actual Mulet, doctor en Farmacia, y autor del libro que habla de Etnobotánica de la provincia. Y es a quien he acudido para que me hable de las plantas medicinales, que tanto gustaban a Calvari, ayudante de la farmacia de la calle Gobernador y antes de la de los Monerris. Es el que nos hablaba a los más jóvenes del julivert y del espliego, del rabo de gat, aunque es ahora Luis Mulet el que me confirma que hay catalogadas en la actualidad 365 plantas que curan enfermedades. Ya es sabido que la etnobotánica es la ciencia que ayuda a unir las relaciones entre las personas, con el uso en diferentes sociedades y para muchas aplicaciones.

Todo lo dicho viene a colación para hablar no solamente de la modernísima farmacia de los Latasa, sino también como argumento provocado por el tal vez más popular de los auxiliares de farmacia de Castellón, el citado Calvari, quien hacía uso de las plantas para elaborar sus famosas fórmulas magistrales. H