Tener más árboles y zonas verdes. Ese suele ser uno de los primeros deseos de los vecinos de cualquier localidad cada vez que hay un nuevo desarrollo urbanístico o la reforma de un vial. Pero algo que parece tan sencillo se ve complicado por los efectos del cambio climático. Los ayuntamientos detectan necesidades que hace unos años no se planteaban, y que tienen que ver con el control del consumo del agua, la aplicación de tratamientos contra plagas o la colocación de especies adecuadas para cada situación.

En Castelló, el área de Infraestructura Verde detecta que los veranos «son cada vez más largos, por lo que se necesita usar una mayor cantidad de agua, y aún así hay especies que lo pasan muy mal». Es el caso del arce negundo, variedad que ya no se puede plantar desde hace unos años.

Otra situación común a muchas localidades es la mayor frecuencia con la que se dan temporales de viento. «Hay ejemplares más débiles, y las fuertes rachas causan la caída de árboles y ramas». En los últimos meses hay cuantificadas dos palmeras afectadas, y el más reciente vendaval, a principios de marzo, causó otra caída en el parque Ribalta. La responsable de este departamento, Isabel Granero, comenta que uno de los objetivos es la «elaboración de un plan director de zonas verdes y arbolado, para documentar con precisión todas las especies y garantizar que su cuidado y adaptación son óptimos».

ESTUDIO DE RIEGO / En la Vall, su edil de Sostenibilidad, Fernando Daròs, menciona que todo este ámbito se regula «en función de criterios técnicos, y uno de los aspectos que más se regula es que no puede plantarse nada sin una previsión del riego que pueda necesitar». Además, hay otras circunstancias, como lo ocurrido en la avenida Cor de Jesús. «Se aprovechó la reforma para cambiar los árboles, porque las raíces ocasionaban problemas en las aceras y las conducciones». Se optó por la catalpa de bola, que además requiere de menos aporte hídrico.

En cuanto Vinaròs, el concejal Hugo Romero incide en la apuesta, desde hace unos años, «de especies autóctonas, como las carrascas, robles o moreras», y a las que se supone que tiene más facilidades para enraizar en buenas condiciones de salud.

SALINIDAD / Municipios costeros de la Plana optan por plantar tamarindos cerca del mar, como en Almassora. También en Burriana. Su edil de Sostenibilidad, Bruno Arnandis, lo justifica porque estos árboles «toleran muy bien el agua salada», y de esta manera se limita el riesgo de pérdidas en caso de temporales. Mientras, en espacios naturales como el Clot de la Mare de Déu cuenta con elementos autóctonos, que tratan de preservarse. Arnandis comenta que en ocasiones necesitan de riego adicional. El régimen de lluvias no es el mismo que hace unas décadas, de forma que cada vez hay menos días con precipitaciones, y estas son más intensas. Al cálculo hídrico hay que sumar la factura de los tratamientos preventivos contra las plagas, cada vez más virulentas.