La provincia comienza a moverse en espera de que el fuego sanantoniano recorra los pueblos de las comarcas castellonenses, que celebran la festividad en distintas fechas, como una ruta ígnica que alumbrará y dará calor en la mágica noche. El problema es la dispersión de los días festivos y la simultaneidad de los actos, ya que algunas festividades comienzan el 12 del presente mes y las últimas manifestaciones lo harán en el mes de febrero (3, la Todolella; 10, Portell).

Indudablemente la celebración festiva gira en torno al fuego y a la religiosidad para conmemorar la muerte del santo en el 356 cuando Sant Antoni cumplía los 106 años. Sin embargo, el desarrollo cuenta con singularidades en cada población. En primer lugar, con anterioridad a la fecha, hay un acto previo como es el acopio de leña, bien del bosque, bien de recogida urbana. No menos popular y necesaria es la típica pastà de las llamadas coquetes, rotllos, cascaranyes, pastissets, prims, primes, figues albardades, etc., en cantidades importantes como es el caso de Benicàssim, Els Ports y otras zonas castellonenses. La variedad es proverbial y, generalmente, deliciosa.

Luego vendrá el montaje de la hoguera, la cual revestirá formas diversas según las poblaciones: barraca, forma troncocónica, vertical, horizontal… empleando material distinto como ramaje o troncos secos. El remate suele ser un pino al que llaman maio o pirri de especial significado en la etnología.

No puede faltar la música de dulzaina o banda para acompañar los numerosos desfiles y procesiones protagonizados mayormente por los mulos, burros o caballos que, al mando de sus amos, recorren los puntos neurálgicos de la población. Hoy los matxos han disminuido en su número por circunstancias obvias, pero en algunos tiempos era impresionante su presencia (si mal no recordamos, en Forcall, en los años 30, contaron con 95 animales de labor en la fiesta).

Naturalmente, la celebración religiosa ocupa un lugar central: misas, procesión y bendición de animales, personas y pastas. El sermón recuerda a los mayorales y asistentes la prodigiosa vida del santo y su ascética existencia en el desierto, en los montes Pispit y en la Tebaida. No se olvida su amplio patronazgo: guanteros, cesteros, ganaderos, taberneros, abogado contra el ergotismo y el herpe zóster…

Las competiciones figuran en los programas como actos necesarios. Corregudes per la joia, carreras diversas de animales y personas (populares carreras de burros en Borriol o el Tropell de Vilanova), otras, inauditas, como els botets de Forcall, carabineros de Morella, etc. En algunas poblaciones, sobre todo en Els Ports y en Canet, la representación teatral es imprescindible: La vida del sant, al aire libre, tragicomedia que acoge a numerosos vecinos. Asimismo, en Vilafranca tiene lugar la parodia de L’Alto.

Probablemente, reminiscencias de otras épocas, especialmente carnavalescas, son las denominadas relacions, en verso, que narran de manera jocosa los acontecimientos más relevantes ocurridos en la población con una buena dosis de sátira y gracia. N’hi ha que cull sense sembrar -dice una de Albocàsser-,/ n’hi ha que sembra i no cull res,/n’hi ha que treballa i no menja,/n’hi ha que menja i no fa res. Benicarló se distingue también por el número de relaciones que tiene publicadas. Igualmente es interesante la iconografía del santo en la que aparece con el inseparable cerdito; de ahí el nombre de Sant Antoni del Porquet con el que está vinculado siempre: Sant Antoni del Porquet, el primer sant del fred o Sant Antoni del Porquet/que a les velles fa carasses/ i a les joves fa l’ullet. Pero esa es otra historia de esta festividad tan especial y entrañable.