Estamos en plena semana sanantoniana en la provincia de Castellón. La mayoría de pueblos de las comarcas celebran fiestas en honor del patrón de los animales, san Antonio el Abad, en las que se observa una unidad en la celebración, pero también una diversidad en sus modalidades. El eje principal, el fuego, que, siendo el mismo, es diferente en cada pueblo. Lo mismo es otro. Solo en ese fuego que arde para todos igual las formas que reviste son diferentes: en unos, la hoguera es horizontal, en otros, vertical; en unos, hueca, en otros maciza (en este caso, constituye un ejemplo la de Borriol). Formas diversas como barraca, esparcimiento por el suelo, troncocónica, etc.

Hay características comunes como es la elaboración de pastas, aunque muy diversa: “coquetes”, “rotllos”, “rotlletes”, “figues albardades”, “cascaranya”, “prim”, “prima”, “casqueta”, “pastís”, “bolandera”, torta… Unas (“coquetes” o “pastís”), rellenas, otras (los rollos, preferentemente) con matalahúga. Una repostería realmente exquisita.

Hay competiciones comunes, pero también diferentes: corridas de animales y personas (“corregudes per la joia”, “curses”…). Otras, menos conocidas como es el caso de “el bandejament del gall” en la zona de Els Ports o la más original de “els botets” en Forcall, que resulta inaudita para la parte sur de la provincia. Tiene esta, sin duda, una clara analogía con la antigua competición griega del “ascoliasmós”.

La organización festiva puede ser comunal o por barrios, y adquiere también diversos elementos personales como el mayoral o “els obligats”. A veces, los quintos del año. Son las respectivas Juntas las que se encargan de las numerosas tareas a las que hay que atender. Eso, sí, en algunas --como es el caso de la “pastà”-- son las mujeres las que se ocupan de llevarlas a cabo. Paradójicamente, las que quedaban, hasta hace poco tiempo, al margen del disfrute de las comidas “solo para hombres”, en virtud de una antigua y absurda exogamia alimenticia, es decir, la exclusión, por comensalidad, de las mujeres.

No menos --aunque más escasas-- son las representaciones teatrales que todavía perduran en las comarcas castellonenses, la primera de las cuales es la puesta en escena de la llamada “Vida del sant”; una de las más populares la atribuida a la escuela del morellano Gazulla de Ursinos; otra, la celebrada ha tiempo en Alcalà y, actualmente (otra versión), continúa en Canet. Otra, de efímera vida, la de San Antoni del Porquet en Borriol. Una parodia es la del Contrabando que se celebra todavía en Morella. Y otra es la de “El Alto” en Vilafranca, además de la “Vida del sant”.

También popular --aunque casi perdida-- ha sido la costumbre de “les relacions” o “Publicata”, vigente en varias poblaciones, pero desaparecida prácticamente en la actualidad. Albocàcer, Benasal y, sobre todo, Benicarló son un buen ejemplo de persistencia. Se trata de divertidos --e, incluso, satíricos-- relatos en verso de lo ocurrido en el pueblo en el año anterior.

Las poblaciones norteñas, especialmente Forcall, aportan, además, la presencia de personajes entre míticos, jocosos y carnavalescos: la “Filoseta”, “el Despullat”, “Sant Antoni y Sant Pau”, las “botargas”… elementos que parecen extraídos de antiguas culturas, cuyo valor etnológico es realmente importante.

Un centro común es, naturalmente, la celebración litúrgica en honor del santo: misa, procesión y otros oficios religiosos. Estos se conservan íntegramente en la actualidad. Y no menos populares siguen siendo los musicales a cargo de la banda o, más popularmente, de los dulzaineros o gaiteros como les llaman en alguna zona o la esquila anunciando el comienzo de la fiesta.

Como puede ver el lector, la riqueza etnológica y eminentemente festiva que ofrecen nuestros pueblos es significativa; manifestaciones muchas veces desconocidas, aunque alguna de ellas, como es el caso de Forcall, gocen de la denominación de “Fiesta de interés turístico autonómico”. Vilanova es también un hito en la ruta ígnica sanantoniana. La costa, con Benicassim y Orpesa, representa otra modalidad antoniana. H