Las fiestas, como toda buena historia, tienen un principio y un final. El retorno de la Mare de Déu de Gràcia marcó el cierre de las celebraciones en Vila-real, ratificado por el concierto de la mítica Orquesta Mondragón y la pólvora de la traca final, el correfoc y el castillo de fuegos artificiales.

Las miradas estaban puestas en el cielo. Las alertas y amenazas de chubascos no se cumplieron y las actividades previstas pudieron desarrollarse con normalidad. Autoridades municipales, representantes festivas y vecinos salieron en procesión por la tarde, con rostros cansados tras diez intensos días de actividad.

El primer edil, José Benlloch, presidió la comitiva que partió desde la iglesia Arciprestal, tras la tradicional ofrenda de flores por parte de la reina, Cristina Pesudo, y su corte de honor a la Moreneta, cuya imagen volvió a su hogar habitual, el ermitorio del Termet, hasta el próximo año.

El recorrido, de poco más de dos kilómetros, tuvo como banda sonora los cánticos a la Virgen de los fieles participantes en la procesión. Uno de los instantes más emotivos se vivió a la altura del cementerio, punto en el que se paró para solemnemente recordar a los que ya no están.

Tras ello, el grupo enfiló los últimos pasos antes de llegar al paraje natural, punto en el que por la mañana se pudo disfrutar del refrescante evento Summer Splash, patrocinado por FACSA, Ayuntamiento de Vila-real, Mediterráneo y Aquarama. La patrona fue alzada a hombros para bajar la escalinata que desemboca en el templo donde concluyó este ritual religioso y popular de la ciudad.

El casco urbano fue el marco de las citas con pirotecnia como eje del relato de clausura. El parque de Alaplana acogió el lanzamiento del castillo, el cual sirvió para poner el punto y final, así como metáfora de que hoy toca retornar a la rutina del día a día.

ALTA // Por otro lado, el herido en el último toro embolado del sábado, R. V. E., vila-realense de 40 años, fue ayer dado de alta, tras sufrir un traumatismo craneoencefálico y golpes en la cara.