Trabajo y más trabajo, no hay otro secreto. El Castellón más prosaico de la temporada arañó un empate sin goles en su visita al campo del Leganés, al que incomodó y minimizó en todo momento. Los albinegros seguirán otra jornada en zona de descenso, pero salen reforzados de Butarque, con un 0-0 que sumado al triunfo de la pasada jornada subraya el cambio de aire.

Resultado aparte, el Castellón actuó como actúan los equipos conscientes de su penuria. Lo primero es creérselo, que no es poco, y saber que cada jugada puede ser la vital, que no estás para regalar nada, que en el plato de los pobres todo se rebaña. El equipo de Garrido lo sabe y quiere que lo sepamos, y por eso se esfuerza por demostrarlo. Se pasó la tarde buscando una moneda olvidada en una cabina de teléfono, rastreando colillas en ceniceros ajenos, sin desmayo e insistente. Enseguida, en el minuto 3, forzó un saque de banda en el costado diestro y planteó sin ningún rubor una declaración de intenciones. Marc Mateu cruzó el campo para colgarlo al área, donde habían subido en tropa los centrales. De la segunda jugada rascó la primera y casi única ocasión del primer tiempo: un tiro mordido de Rubén Díez que paró fácil el portero Cuéllar. Era lo de menos: lo sustancial era coger un megáfono y dejar bien claro el mensaje.

El mensaje era que el Castellón iba a jugar como si le fuera la vida en ello, porque en realidad le va la vida en ello, de aquí al final, en cada jornada. El equipo de Garrido se aplicó para abrir ventanas en cada rendija ofensiva, convirtiendo cada soplido en falta, y cada falta en un intento; y para cerrar puertas en defensa, especialmente eficaz en el balón parado. Como es humano, erró. En especial en un despeje mal orientado de Iago Indias, en el minuto 15, que generó la oportunidad más clara de todo el partido, y que no fue gol porque Óscar Whalley le ganó a Rober Ibáñez en el mano a mano.

Sufrió el Castellón a ratos, normal, porque se enfrentaba a un gigante de la categoría, el mejor local del campeonato y candidato a lo máximo. Sufrió pero minimizó daños. Garrido compensó la ausencia de laterales izquierdos cambiando de banda a Moyano y dándole cuerda a Lapeña en el costado diestro. Además, reforzó ese carril con Arturo, en lugar de César, y repitió el resto del once, con Rubén de falso nueve, y todo el mundo atento. Con eso llegó al descanso sin la lengua afuera, compitiendo a un nivel muy diferente de salidas similares, este curso, --Espanyol o Mallorca, por ejemplo-, que aún chirrían en el recuerdo.

En muchas fases del juego, dio la impresión de que el Castellón forzaba y le convenía ese ritmo lento y meloso, el suyo. Pisó Butarque decidido a alargar el partido al máximo, sin prisa, y enredó al Leganés con sus camelos. Fue clavando picas en el verde, esfuerzo a esfuerzo, hasta mantener el resultado sin goles en el tiempo de asueto.

El partido era de una lucha contenida, que tampoco se desbordó en el segundo tiempo. A Garitano no le había gustado nada el primero y en el descanso dio bola a Sabin Merino y Borja Bastón, doblando el número de delanteros. Afiló el Leganés los ataques, cargando el área, y Borja escoró en exceso un remate de cabeza, que se marchó fuera.

El Castellón, mientras, a lo suyo: a cavar trincheras, a sobrevivir y a picar piedra. De vez en cuando ganaba un saque de banda, un rechace o un córner a favor, y tomaba oxígeno para un tiempo. Así fue surfeando olas, sin grandes sobresaltos, hasta el último momento. En el minuto 87, Garrido se blindó con un doble cambio, añadiendo a Castells en el medio y soltando a César arriba, sin más delanteros, apuesta reforzada con Gálvez en el 90. No metió al autobús porque no cabía en la puerta del campo para los cuatro minutos de descuento.

Y qué. Así pasó un minuto, luego otro, perdiendo tiempo en el córner, y también el tercero, donde César cazó una volea picuda que casi sorprende al portero, y el cuarto, con la última bola colgada al área por los locales, el más largo para los albinegros. El premio se celebró con el pitido final: un puntazo para creer en la salvación, paso a paso, cocinado a fuego lento.