Durante los, aproximadamente, últimos 20 años, un extranjerismo ha ido colándose a través de nuestras conversaciones cotidianas, en lo que es una especie de cruce entre el destino y la justicia poética. Me refiero al karma, una creencia, extendida en el budismo y el hinduismo, según la cual «toda acción tiene una fuerza dinámica que se expresa e influye en las sucesivas existencias del individuo», reza en una de las definiciones aceptadas.

Ese karma, aplicado al CD Castellón, adquiere dimensiones corpóreas en David Cubillas. Tres años lleva conviviendo con la difícil tesitura de verse más o menos fuera de la plantilla, pero ahí resiste él, el capitán, el canterano que llegó un momento en el que renunció a mejores ofertas, de categorías superiores, para arremangarse y bajar al barro de la Tercera División y rescatar a su equipo del lodo. Después, estuvo a un paso de marcharse cuando José Miguel Garrido y Juan Guerrero hicieron y deshicieron a su antojo a las pocas horas de subir a Segunda B, de la misma forma que en los dos últimos veranos, incluso en el actual, ha sonado el mismo runrún.

El caso de Cubillas llega a ser paradigmático. Se trata de ese jugador de casa, obligado a hacer el doble de cualquiera de fuera por tener el mismo reconocimiento. No será ni el delantero de las virguerías ni tampoco es un goleador consumado, pero ha suplido las deficiencias con una conciencia de saber quién es, dentro pero sobre todo fuera del campo, amalgamando a los sucesivos vestuarios con los que ha convivido, especialmente en unos tiempos tan intensos como estos actuales, primero con el regreso a Segunda B, la salvación agónica, el coronavirus y el ascenso al fútbol profesional.

Competencia

El caso es que el Castellón ha ido incorporando a delanteros... y más que pueden venir. Porque Óscar Cano ha pedido todavía uno más; uno diferente a los que ya tiene, en estas semanas que faltan hasta que, el 5 de octubre, baje el telón de la actual ventana de incorporaciones.

Relegado a un papel secundario, al menos puede decir que en El Toralín él jugó y César Díaz, máximo realizador del Castellón en la pasada temporada, se quedó en el banquillo. Titularidad para Juanto Ortuño (el autor del gol del ascenso también firmó el primero en Segunda A) y abundancia de minutos para Jordi Sánchez.

La jugada con mayúsculas

Hasta que llega el descuento en El Toralín. Pasan cuatro del 90 y todavía quedan tres minutos, con el Castellón llegando al área rival y forzando diversos saques de esquina. Marc Mateu, más allá del 97, se toma su tiempo para poner en juego la que va a ser la última acción del partido. Cubigol se eleva y cabecea. No se sabe si su remate hubiese acabado directamente en la red, pero golpeó a un Adrián Lapeña de espaldas para acabar convirtiéndose en el 1-2. El colegiado madrileño Gálvez Rascón dio la autoría del decisivo tanto al capitán y LaLiga, que inicialmente se lo otorgó al central riojano, rectificó para adjudicárselo al 9

Sea o no autor material del gol, asistente o coautor, lo cierto es que el karma le sonrió. Cubillas, un jugador que ha ido reinventándose, adaptándose a las cambiantes circunstancias que le han rodeado desde su llegada a Castalia, es consciente de que continuará teniendo igual o más caras las oportunidades, pero que tuviera una participación decisiva en el gol, en el minuto 98 casi, del triunfo en el regreso del Castellón al fútbol profesional tras 10 años, seguro que le reconforta.