Desde el gran ventanal que marca el límite del comedor de su casa, en pleno centro de la Vall d’Uixó, Carmen observa el tránsito de gente en una ciudad ahora vertiginosa, pero que ella conoció 97 años atrás como un pueblo alargado de apenas tres o cuatro calles al que llegó desde Barcelona, su ciudad natal, de la mano de sus padres, él de Nules, por lo que heredó uno de sus apellidos más comunes, Mechó. Tenía 3 años.

Una suma fácil. Carmen Mechó celebró ayer su centenario rodeada de su familia y amigos. 100 años que es imposible concentrar en unas lineas y que suponen un especie de mérito para otros al que resta relevancia porque, desde su punto de vista, solo ha sido un transcurrir de tiempo en el que se ha dedicado a trabajar mucho y a dar mucho cariño que, ya en la ancianidad, recoge con creces.

"SÓLO" 10 DÉCADAS //

Es fácil captar algo así en una conversación de unos escasos minutos. Escasos, por muchos que sean, comparados con toda una vida cargada de experiencias que tienen su reflejo en una sordera propia de la edad y unas limitaciones físicas que no lo eran hasta hace muy poco, pero la salud también le juega malas pasadas a las mujeres fuertes y valientes como Carmen. Aún así, con sus diez décadas a la espalda, no se rinde a las circunstancias y ya espera separarse de una silla que le ha quitado «de momento», según cree, la libertad de la que disfrutaba hasta hace unos meses.

Su lucidez es uno de esos contratos que te gustaría firmar de inmediato. Llegar a su edad con la personalidad nítida. Pero, bien pensado, una casi envidia más otras cosas de las que muchos adolecen en el atardecer de la vida. Porque a esta mujer de familia, que sonríe exultante cuando habla de su biznieto, un pequeño neoyorquino al que siente cercano gracias a la tecnología, no le falta lo esencial para seguir cumpliendo años con verdadera calidad de vida: la felicidad.

Carmen Mechó afirma sin matices que es feliz, mientras en su ipad puede ver las fotos que le envían dos de sus cinco nietos desde Londres y Nueva York, ambos representantes de Porcelanosa en Gran Bretaña y Estados Unidos, respectivamente. Otro, estudia Medicina en Costa Rica. Mucho espacio para alguien con tanto apego a los suyos, que recibe las atenciones constantes de sus hijos, de una familia que la acaricia y la besa, convirtiéndola en lo que ella labró con tesón: una madre llena de amor, aunque se reste méritos diciendo eso de que «he hecho lo que he podido». Mucho ha sido, a ojos de alguien que se para un instante y aprecia lo obvio.

EFEMÉRIDE HISTÓRICA //

Carmen Mechó nació el mismo día en el que acabó la primera guerra mundial, una jornada en la que, como recuerda, «todas las campanas de España repicaron por la paz». Y paz es lo que transmite compartir espacio y tiempo con una mujer enterada de la actualidad, que elige el canal 24 horas de TVE, con especial predilección por las tertulias nocturnas, a la que se le encoje el corazón cuando escucha noticias del éxodo de sirios huyendo de la injusticia de otra guerra, una más, porque ella sabe lo que es huir de tu hogar por miedo a la muerte que impone sin clemencia la barbarie provocada por los hombres.

Eso es lo que piensa mientras mira por la ventana, merecedora de la suma de cada nuevo día, sin miedo alguno a la llegada del último. Y los demás la observamos a ella envidiosos de su salud, sus 100 años y su felicidad tras tanto vivido.