Barri València, una de las comisiones falleras de Burriana más antiguas, recupera su casal como sede festera, de modo que ya puede elaborar en su interior las carrozas, comparsas y también celebrar actos como el de la despedida de sus actuales falleras, que ha preparado para mañana.

Atrás queda año y medio de clausura por las quejas de un vecino que denunciaba contaminación acústica. Tras dos décadas de pagar la hipoteca de compra del local, los falleros se vieron abocados a un problema mayúsculo que había acabado con el cierre del inmueble. Fue a principios de mayo del 2018, justo después de las fiestas de las Cruces de Mayo.

El recinto no estaba insonorizado y el Ayuntamiento lo clausuró e impidió que en su interior se realizara cualquier actividad. Comenzó entonces un peregrinaje de la comisión por diferentes locales --una nave en el polígono Carabona, el alquiler de una antigua sala de juegos e incluso de la Llar Fallera-- para poder celebrar sus fiestas de fin de año, proclamaciones o despedidas de sus falleras. Incluso llegaron a comer la popular caldera del día del Axiamo en la vía pública y, en otra ocasión, ocuparon la placeta Les Monges para comer paella.

Conseguir la financiación para llevar a cabo una completa insonorización del local tampoco fue tarea sencilla. «Como el recinto era de la falla, queríamos que la nueva hipoteca fuera sobre el inmueble y no con el aval personal de la comisión», explica Marc Martí, portavoz del colectivo. Tras llamar a la puerta de diferentes entidades, finalmente recalaron en una con sede en Castelló y ahora la comisión vuelve a tener por delante una hipoteca de 15 años para costear las obras realizadas los últimos ocho meses.

«UN CALVARIO» // Barri València califica ese proceso como un auténtico «calvario», pero ahora aseguran que están «muy contentos con la resolución y tener de nuevo los permisos para disfrutar del casal y hacer vida de comisión». Y es que los problemas no se cerraron con la firma de la hipoteca. El Ayuntamiento exigió una prueba sonométrica que confirmara que cumplía con la normativa vigente y no bastaba con el sonido que llegaba al exterior del local. «También nos pidieron el nivel de decibelios que llegaban al interior de la vivienda del vecino que tenemos justo encima, el que había denunciado», comenta Martí, quien añade que no les dejaba acceder al piso para realizar la medición. «Tuvimos que realizar varios trámites para que el vecino nos dejara entrar y cuando ya teníamos los permisos, se fue de vacaciones a su país y tuvimos que esperar a que regresara», detalla. Finalmente, en septiembre, ya pudieron realizar las pruebas y presentar los resultados al Ayuntamiento. «Fue ahí cuando empezamos a ver la luz», concluye el portavoz de la falla .