Esterilizar las palomas alimentándolas con un pienso especial, controlar la nidificación y, aunque no creen que finalmente se decantan “por ella porque tiene efectos colaterales”, la exterminación. Estas son las tres medidas que plantea el Ayuntamiento de Benicarló para acabar con la presencia masivas de estas aves que afecta al centro de la población.

Por el momento, se han instalado tres señales advirtiendo de la prohibición de darles de comer. Concretamente, se han colocado en la placeta dels Bous y avenida Juan Carlos I, donde además de una zona ajardinada que prácticamente han sitiado, hay tres establecimientos hosteleros.

El concejal de Medio Ambiente, Ximo Bueno, explica que este primer paso busca concienciar a la población. “Se trata de sensibilizar a los que alimentan a las aves para que no lo hagan. Ni siquiera conlleva una sanción porque no se incluye en las ordenanzas municipales”, apunta el edil.

Además, recuerda que la opción de la esterilización ya se ha llevado a cabo en Barcelona “y el método ha sido efectivo”. “Es más lento y los resultados se ven a largo plazo, pero con el paso de tiempo acaba descendiendo notablemente el censo”, detalla.

REACCIONES // La situación, como es natural, ha generado opiniones para todos los gustos, si bien el descontento es casi generalizado. Los más críticos con la situación son los propietarios de los bares, que han presentado ya varias quejas ante el consistorio y consideran que la colocación de los carteles es insuficiente. “Están de adorno”, señalan. Y es que las palomas siguen campando a sus anchas y causando, incluso, algún destrozo. “Yo no voy a llamar la atención a un niño que les está dando de comer. Además, ese no es el problema, porque acuden igual en masa aunque nadie las alimente. Se posan en las mesas y en las sillas y, más de una vez, nos toca recoger los cristales, porque tiran vasos y tazas”, alertan.

Entre la clientela, aun los que se declaran amantes de los animales reconocen que la elevada población en algunos puntos de la ciudad puede causar incomodidad. “Siempre me ha gustado mirar a las palomas, me relaja, pero es cierto que hay demasiadas y no todo el mundo comparte mis gustos”, apunta un cliente. En una mesa cercana, una mujer utiliza su abrigo como parapeto para evitar que un par de aves que se han posado junto a ella se le acerquen demasiado. “Me dan miedo”, confiesa. La colombofobia, el temor a las palomas, existe y prueba de ello es que, según apuntan algunos de los propietarios, han “perdido clientes”.

Otra de las cuestiones que causan cierta preocupación es la suciedad que generan. En este sentido, el ayuntamiento también ha tomado cartas en el asunto y actúa a diario en la zona. H