Borriol vivió ayer el día grande de las fiestas en honor a Sant Antoni. La jornada comenzó a las ocho de la mañana con el popular carro, que comenzó a recoger los alrededor de 30.000 kilos de leña que se calcula que formaron la piramidal hoguera que se prendió fuego por la noche, y de la que todavía queda hoy un buen testimonio.

Pero el momento más intenso y seguido por vecinos y visitantes fue la llamada pujà pel Raval del carro con unos 5.000 kilos de leña y con tres paradas en plena ascensión hacia el centro urbano de la población. Se trata de toda una demostración del poder de los animales ante la atenta y festiva mirada de los cientos de personas que acuden en uno de los rituales de mayor vistosidad de cuantos se celebran en la provincia durante estas fechas.

Los animales se abren paso entre el gentío, y los vítores de los antonianos demuestran el buen hacer de los matxos. Sobre las 14.30 horas llegó el carro a la plaça del Pou, el punto en el que se monta la hoguera de cerca de cinco metros de altura para orgullo de los borriolenses con leña aportada por los propios vecinos, y que se deposita con gran orden para conseguir que el fuego consuma la madera hacia el interior de la hoguera.

Una técnica ancestral que se utiliza en la localidad y que hace posible que no caigan troncos hacia el exterior y provocar peligro entre las personas o animales que se acercan, evitando así incidentes en una fiesta que cada año cuenta con mayor acogida por parte de vecinos y visitantes.

ÚLTIMO VIAJE // Por la tarde, tuvo lugar la entrada más lúdica y festiva del carro. Fue el último viaje de aporte de leña para la hoguera que se prendió por la noche, y que obligó a los presentes a retirarse varios metros hacia atrás por el intenso calor que desprendía.

Antes de que alcanzara tanta temperatura, las caballerías y también gran parte de los presentes, dieron las tres vueltas a la hoguera que marca la tradición. Fue, en definitiva, la consagración de una de las santantonadas de mayor originalidad y espectacularidad en las comarcas castellonenses. El rito del fuego unido a la destreza y fuerza de los animales en una sucesión de emociones y sentimientos. H