A las doce del mediodía, coincidiendo con el final de la misa infantil que se celebra cada domingo en el Convent, el entorno de las calles Santa Teresa, Beránger y Millars de Nules se llenó de animales. De este modo, se cumplió con una de las tradiciones más arraigadas en la localidad: la celebración de la festividad de Sant Antoni y el pintoresco pasacalle hasta su capilla, en el vial que lleva su nombre.

Como viene siendo habitual desde hace algunos años, el sábado por la noche ya se pudo ver a no pocos vecinos en la calle, combatiendo las bajas temperaturas con las brasas en las que prepararon la cena a la que suelen invitar a familiares y amigos. Aunque el día grande, por antonomasia, no llegó hasta ayer.

Desde las nueve de la mañana, los cohetes recordaron a propios y extraños que era festivo. La primera cita fue poco después, con la misa mayor en la arciprestal.

PASACALLE / A continuación, los clavarios, portando el guión, se trasladaron hasta el Convent para dirigir el pasacalle en el que se pudo ver un bestiario de especies de lo más diverso. Los más numerosos, los perros, pero también hubo gatos, conejos, tortugas, hurones, peces y los caballos, que volvieron a adquirir un inevitable protagonismo. La estrechez de esta calle contribuye a dotar de espectacularidad su siempre imponente paso. Hubo carros tirados por ponis, mulos o caballos, y jinetes montados. Todos ellos, como el resto de participantes, recibieron la tradicional coqueta de anís a su paso por la capilla, donde recibieron la preceptiva bendición del párroco.

La clausura de los festejos llegó con el singular paseo de los bescuits, con el que las vecinas se relevan de un año a otro la responsabilidad de cuidar y mantener la capilla de Sant Antoni.