La temida despoblación que azota al interior de Castellón también tendrá sus consecuencias en el resultado de las urnas del 26-M. Y es que la pérdida de habitantes se traducirá en un descenso de la representatividad política, es decir, la provincia tendrá ocho concejales menos en las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Aunque numerosas poblaciones han visto reducido su censo, unas más que otras, seis de ellas han cruzado la línea que marca el artículo 179 de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General, lo que se traduce en menos concejales en su corporación. Son Sant Mateu, Fuentes de Ayódar, Toga, Càlig, Rossell y Sant Jordi, que perderán dos ediles. Por contra, Argelita y la Serratella subirán otros tantos.

Y para anecdótico, el caso de Teresa, que estuvo a punto de superar el umbral, al bajar de los 283 del 2015 a menos de 250 residentes registrados, teniendo en cuenta las cifras del padrón de enero del 2018 del Instituto Nacional de Estadística (INE), para calcular el número de ediles a elegir el 26 de mayo. Pero finalmente se sitúa en 253 ciudadanos, lo que le permite mantener sus siete representantes. Como explica a este diario su alcalde, Juan Ernesto Pérez: «Llevo como munícipe desde el 2003 y entonces éramos 320 habitantes; hoy somos 253. Es difícil mantener la población».

Por su parte, los primeros ediles de los municipios que sí tendrán menos concejales consideran que, si bien no tiene por qué afectar demasiado al día a día de la gestión municipal, «sí que perjudica, porque hay menos gente que trabaja por el pueblo», apunta el de Sant Jordi, el popular Iván Sánchez, quien explica el descenso de habitantes por la actualización del censo. «Hace años vinieron muchas familias, algunas extranjeras, para trabajar en la comarca, pero algunas se fueron y, al dar de baja más de 100 notificaciones en el censo, cae la población», detalla. Una situación que se repite en el caso de Rossell. «Llegó mucha gente a ocuparse en el mueble, pero se marcharon», indica Evaristo Martí, que no cree que influya en el quehacer diario, aunque incide en que ser político en un pueblo «es una actividad muy vocacional».

«Por desgracia, les pasa a numerosas localidades vecinas. Perdemos habitantes y los mantenemos un poco gracias a las brigadas de montaña», comenta el primer edil de Toga, Javier Sorolla, quien considera que «la bajada de concejales perjudica en los apoyos y en las ayudas». Para su homóloga de Càlig, Ernestina Borrás, la situación se enmarca «dentro de la normalidad». «Solo ha habido dos legislaturas con 11 ediles, estamos acostumbrados a mantenernos en los 2.000 habitantes», recuerda la socialista.

LA OTRA CARA DE LA MONEDA // Y, frente a esta situación, dos localidades ganan ediles. Una de ellas es Argelita, cuyo alcalde, Aitor Balfagón (EU), cree que «es mejor que haya cinco, pues es un municipio bastante activo políticamente hablando». «Hay negocios que han abierto y trabajadores de la brigada de montaña que se han empadronado», apunta.

No obstante, su homólogo de la Serratella, Alfonso Arín (PP), estima que «no es fácil sacar cinco representantes. La gente no quiere meterse en política, en los pueblos debería tener una compensación, porque es altruista».