El fuerte temporal marítimo que azotó la costa la pasada semana ha tenido graves consecuencias en Peñíscola: dos grandes bloques de piedra del tómbolo se han precipitado al mar. La zona afectada está situada en las proximidades de la escaleras del Papa Luna, detrás del castillo, donde sendas rocas de grandes dimensiones se desprendieron del acantilado que cimenta la muralla exterior de la emblemática fortificación. Se trata de una área muy visitada por los deportistas náuticos a la hora de realizar excursiones.

Las singulares características geológicas y geográficas de Peñíscola --se asienta sobre una península rocosa-- la hacen especialmente vulnerable a la acción erosiva de las olas y las corrientes, más en épocas de grandes temporales. Sin embargo, las circunstancias que rodean a este desprendimiento cobran más fuerza si se tiene en cuenta que, hace más de un año, ya pusieron en conocimiento de la administración competente el estado de deterioro del acantilado y la potencial peligrosidad de la situación.

En ese sentido, Mediterráneo ya se hizo eco en sus páginas, en agosto del año pasado, de la exigencia a la Dirección General de Costas de un estudio sobre el estado del acantilado que sujeta la muralla y su estabilidad. Fue una reclamación que partió de una moción impulsada por el senador de Compromís Jordi Navarrete, como respuesta a las quejas de aficionados locales a la fotografía y a los deportes náuticos que alertaban del estado del tómbolo de la parte posterior del castillo.

DE DOMINIO PÚBLICO // Pero no fue el único en instar al Gobierno a tomar cartas en el asunto, al tratarse de una zona de dominio público. Ayer, el alcalde, Andrés Martínez, aseguró que desde el primer momento avisaron a Costas para que aplicasen las acciones «oportunas» y que ahora lo han vuelto a hacer. «Si vienen a Peñíscola, les acompañaremos al lugar en el que se han producido los desprendimientos para que tomen las medidas pertinentes», señaló, a la vez que exige que «analicen la situación por si deben hacer alguna actuación».

Rafa Domínguez, un vecino de Benicarló experimentado navegante en kayak y que suele hacer excursiones marítimas por la zona, explicó que los desprendimientos «han colapsado el Pas de la Girafa», que era una especie de cueva, con entrada y salida, por la que se podía pasar por debajo del castillo, y resultaba un lugar «muy atractivo» para la práctica deportiva. Ahora, sin embargo, está «totalmente destruido».

Por suerte, no hubo que lamentar daños personales. «El fuerte temporal y las horas en las que se produjo el desprendimiento rocoso, en plena noche, propició que no hubiese nadie en la zona», argumentó Domínguez.