Atrás quedan dos jornadas de intensas emociones, de sentimientos y de experiencias únicas. Lo sobrenatural y lo humano combinado para cumplir con un voto anual que desde la Edad Media ha marcado la historia de les Useres. Un ejercicio más, los 12 pelegrins y el guía regresaron ayer, como cada último sábado de abril, después de subir a Sant Joan de Penyagolosa.

Alrededor de las 22.00 horas, los penitentes entraron en el municipio arropados por cientos de vecinos y visitantes que contemplaron la singular escena religiosa, marcada por un silencio sobrecogedor, que tan solo se entrecortaba por los cantos en latín. Els Pelegrins, representando a todo el pueblo, habían renovado su promesa penitencial para pedir salutem et pacem et pluviam de caeli. La noche del viernes, a su llegada al ermitorio del Penyagolosa, la pasaron entre oraciones y peticiones en un ir y venir desde la cueva, donde dormían, hasta el ermitorio. Dicen los que han vivido esa velada tan especial que es propicia a la confesión y demanda de consejo, con los nervios a flor de piel, y los peregrinos son propensos a hablar de debilidades y también de cobardías.

El acto del perdón (en la mañana del sábado) fue una de las celebraciones más importantes de esa promesa anual y, en este, el guía de la peregrinación se arrodilló delante de cada penitente y le lavó los pies, recordando el gesto del mismo Jesús. Un momento que busca la reconciliación ante rencillas o rencores no superados. Al mediodía de ayer, la comitiva abandonó el Penyagolosa para pasar por Xodos. Las paradas en el Corral Roig y el Blanc fueron las últimas estaciones de un largo camino que transcurrió por unos 70 kilómetros.