La esquilada es uno de los trabajos más laboriosos y peor retribuidos del campo. En pleno verano, los ganaderos hacen jornadas maratonianas para terminar cuanto antes con el rapado de las ovejas. Con esto, el animal está más fresco al quitarle esta espesa capa en los meses de más calor y comercian con la lana. Sin embargo, esto es cada vez menos rentable.

Este producto ha sido durante siglos muy valorado en el mundo textil, pero en las últimas décadas los sintéticos, más baratos, han hecho que su precio se desmorone. En este sentido se expresa el ganadero de la masía Donís, en Morella, David Royo: «El kilo se paga alrededor de los 0,25 céntimos de euro, nos gastamos casi más esquilando que de lo que sacamos por la lana». Y es que el proceso de esquilado conlleva mucha mano de obra. Tal y como cuenta Royo, cada ovino requiere para su completo esquilado de un tiempo de entre 4 y 5 minutos. «Tengo 800 animales y necesitamos contratar a profesionales del esquilado para poder hacer todo el trabajo a tiempo, no ganamos casi nada», relata. Además, esta no es la única tarea, deben alimentarlos y sacarlos al campo igual que el resto de jornadas.

¿Cómo lo hacen?

«Empezamos con el trabado, les atamos con una cuerda las cuatro patas y, una vez está el animal inmovilizado, empieza el corte de la lana. Vamos de las extremidades al cuello por los dos lados. Después la almacenamos en sacos para pesarla y guardarla», explica Royo.

Mucho ha cambiado este duro trabajo con los avances tecnológicos: «Ahora lo hacemos todo con tijeras eléctricas y es mucho más rápido que antes».

Ellos siguen luchando contra la despoblación en esta zona que pierde gente a diario.