Estas fechas están repletas de tradiciones y en la Parroquia de la Sagrada Familia de la Vilavella empieza a consolidarse una que tiene mucho que ver con la Navidad, los niños y la búsqueda de atractivos para que los más pequeños aumenten su interés por las convocatorias religiosas de este tiempo litúrgico.

En la Vilavella es costumbre que el domingo previo a la conmemoración de la Natividad, tras la misa, se bendigan las imágenes del niño Jesús con las que los vecinos decoran sus belenes. De un tiempo a esta parte, el momento más esperado o al menos el que más expectación despierta entre los jóvenes asistentes, es cuando aparece un gallo, de nombre Claudio.

Por regla general, el animal vive en el corral de un vecino, José Luis Sales, con las rutinas propias de cualquier ejemplar de su especie. Pero desde hace al menos cuatro años, según recuerda el párroco, Ignasi del Villar, este domingo concreto de diciembre, Claudio sale de su granja para asistir a una misa en la que tiene un papel muy peculiar: «animar a los feligreses a participar en la Misa del Gallo».

Una singular llamada

Dicen que el gallo asume con disciplina su misión guardando las formas, pero el revuelo despertado entre el público la primera vez que estuvo en la misa, llevó al párroco a limitar su presencia a la parte final, tras la bendición.

Del Villar recuerda que la primera eucaristía de Navidad recibe tan avícola nombre «porque las rúbricas indicaban que se debía de celebrar antes de que cantara el gallo», aunque a los niños se les cuenta otra tradición popular, que relata cómo este ave fue el primer testigo del nacimiento de Jesús en Belén, y cómo se encargó de alertar del feliz acontecimiento. Una orgullosa herencia para los gallos como Claudio.