La situación de las tradicionales tiendas de pueblo es un síntoma claro de los efectos de la despoblación rural en puntos como la comarca de Els Ports. Localidades como la Todolella o Ares del Maestrat no tienen ningún establecimiento abierto. En este último caso, el Ayuntamiento ha lanzado una encuesta ciudadana para sondear soluciones e impulsar la apertura y el futuro de un comercio.

Una coyuntura que sufren, sobre todo, las personas de avanzada edad, a las que el cierre de puntos de ultramarinos les suponen un hándicap enorme. Ante tal problemática, los municipios buscan alternativas para poder abastecerse, a la par que los consistorios intentan frenar esta dinámica negativa.

El teniente de alcalde de la Todolella, Àngel Guardiola, destaca: «Estamos ya cerca de dos años sin tienda y funcionamos gracias a la buena voluntad entre los vecinos. Los que tenemos coche trasladamos a aquellos familiares que no pueden ir hasta Forcall para hacer compras o gestiones bancarias, o bien nos piden los productos que necesitan y se los subimos a casa».

Ingenio frente a las trabas

Abrir un negocio en municipios tan pequeños, donde en invierno no llegan a los 100 habitantes, es todo un reto. Ante estas trabas, los lugareños se organizan para abastecerse de artículos básicos. Tal y como detalla Lola Sancho, que regenta la única tienda de la Mata: «Tenemos abierto por la mañana, cuando la gente mayor sale a comprar. Ofrecemos comida, droguería y cosmética. Los jóvenes suelen acudir a los supermercados más grandes de fuera de aquí». Entre las curiosidades, Sancho explica: «El pescadero viene con su furgoneta cada 15 días, más o menos. Pasa tocando el claxon y después hace un bando por los altavoces del consistorio e indica en que casa particular montará el puesto, y vamos hasta allí».

En Herbers disfrutan de un colmado gracias a la joven morellana Laura Ramia, quien regenta la única tienda que pone el cartel de abierto cuatro días a la semana, durante dos horas por la mañana. «El consistorio acondicionó un local y así podemos dar servicio. Los clientes nos piden carne, pan, pescado y lo bajamos del día desde otra tienda que tenemos en Pena-roja (Teruel). Si no fuese con la ayuda municipal, sería inviable», puntualiza esta empresaria.

Esta zona de la Laponia española demográfica urge establecimientos y cada día es más difícil evitar el ruido de la persiana al echar un cierre que, en muchos casos, es definitivo.