En Herbers han tomado al pie de la letra lo de que la mejor prevención contra el covid-19 es el distanciamiento social. Tanto, que para proteger a sus pocos residentes con las máximas garantías han cerrado el entorno urbano a cal y canto. Han impuesto un doble aislamiento, cada uno en su propia casa y del pueblo con el resto del mundo.

El alcalde, Daniel Pallarés (aparte de las funciones del cargo, sigue realizando trabajos de fontanería y electricidad), dio indicaciones a la empresa que periódicamente acudía a llevarles pescado fresco para que dejara de hacerlo («hasta que esto acabe comeremos congelado»). Y otros suministros esenciales, como el del butano o la farmacia, se mantienen, pero los proveedores «ya saben que han de quedarse en los accesos». Alguno de los dos trabajadores municipales o el propio Pallarés van a su encuentro, pagan y recogen los encargos para distribuirlos entre sus convecinos, minimizando al máximo sus contactos con el exterior.

La única no residente que entra y sale de Herbers tres días a la semana es la dependienta de la solitaria tienda del pueblo. Mª Ángeles vive en la localidad turolense de Peñarroya de Tastavíns, a unos seis kilómetros. Ella les provee de los productos esenciales.

Y así, con ese escudo preventivo adicional que han confeccionado, trascurren las jornadas en este municipio de Els Ports donde el domingo pasado también hubo celebración. Andreu y Aleix, los hijos del alcalde, y otros dos pequeños salen una hora al día desde entonces, una circunstancia que todos agradecen. Dos pequeños que hasta ahora no han tenido una vida distinta a la de los que residen en municipios más grandes o en la capital: entre juegos domésticos, tareas escolares y tiempo en familia.

Santi es carpintero y sigue con sus tareas en el taller que tiene en casa, pues puede seguir realizando reparaciones y encargos en viviendas vacías o en construcción, o atendiendo urgencias.

Mientras, en casa de Miguel y Cinta solo ella sale a comprar (él no ha pisado la calle desde el 15 de marzo). Y hay dos personas que, posiblemente, tienen más trabajo ahora que antes, Dani y Ximo, los dos trabajadores municipales. Además de atender sus obligaciones rutinarias, reparten la compra, desinfectan la calle y velan por el bienestar general.