Con todas las precauciones que exigen la prudencia y el sentido común, desde el sábado podría decirse que la Llosa (que roza los 1.000 habitantes) ha recuperado su vida. Una normalidad entrecomillada por las mascarillas y distancias de seguridad, pero que es sinónimo de libertad, de «volver a ver a la gente», como señala el alcalde, Ximo Llopis, que reivindica que ese abismo que a veces separa a las grandes urbes o núcleos más poblados de los municipios de menos de 5.000 habitantes --sin restricciones horarias en las salidas a la calle-- debería haberse tenido más en cuenta a la hora de planificar la desescalada, porque «no es lo mismo».

Faltan los bares. No todos tienen claro que vayan a abrir el próximo día 11 y el propio primer edil es quien está tratando de convencerles ofreciéndoles todas las facilidades posibles, porque con su puesta en marcha ya no faltará nadie, aunque Llopis reconoce que «hay casos complicados», como el de un restaurante con siete empleados que debe analizar muy bien la reapertura.

Durante este tiempo, quienes han estado al pie del cañón han sido los comercios, los únicos lugares con actividad los últimos 50 días, aunque con sustanciales modificaciones en su funcionamiento normal. Tal fue el caso de la farmacia que regenta Marta. Asegura que las primeras semanas «fueron más agobiantes en general, sobre todo por la incertidumbre de no saber». En la Llosa se detectaron algunos casos de positivos por coronavirus, incluso un fallecimiento, y ese tipo de noticias dejan huella.

Los hábitos cambiaron sustancialmente durante las dos primeras semanas. «La gente solo venía para lo esencial», pero poco a poco las emociones se fueron matizando «y ahora, por ejemplo, vuelven a comprar productos de parafarmacia, que hasta ahora no se estaban vendiendo». Otro aspecto que definirá estos días es que en la farmacia fueron más asesores de salud que nunca: «La gente tenía miedo de ir al médico».

En la parte comercial, Yolanda, dueña de una de las tiendas, se siente orgullosa de afirmar que «entre todos hemos hecho pueblo», respetando indicaciones, colaborando en la medida de lo posible con donaciones como la de Tardeo Llosero, o el reparto de encargos a domicilio por parte del Ayuntamiento. Saca pecho de la calidad de vida de los pueblos y del respeto que ha imperado.