La temporada de la trufa acaba con un balance positivo tanto para buscadores como para restauradores y comensales. Tras años de una producción muy escasa, las abundantes precipitaciones caídas el pasado otoño, unidas a unas temperaturas adecuadas durante el invierno, han favorecido la eclosión del oro negro.

La comunión de todos los condicionantes propició que los buscadores pudieran encontrar algunas de gran calidad. En este sentido, el experto trufero Javier Segura detalla que en esta campaña han vivido «grandes alegrías en el monte». «Teníamos el aliciente de que había circunstancias que hacía años que no se daban y ha sido una gozada», dice.Los propietarios de trufa de plantación también notaron mucho las bondades del clima. En zonas como Vistabella o Catí, que desde hace años desarrollan este tipo de cultivos, la calidad de la tuber melanosporum ha resultado muy alta. «La paciencia durante años y el laborioso trabajo ha sido recompensado con una gran recolección. Es el premio a muchos años de mimos y cuidados a las encinas», asegura Segura.

Por su parte, la trufa silvestre salió de forma irregular por el territorio provincial. A partir de aquí, el buen hacer de los perros y el conocimiento del terreno de los buscadores logró el hallazgo de hongos de grandes dimensiones. Una situación que no ocurría en los últimos ejercicios.

JABALÍS / Sin embargo, tal y como alerta Segura, tienen un «enemigo» que está cercenando la salida silvestre del hongo. La superpoblación de jabalís hace mella en los espacios de truferas. «Escarban hasta sacar el hongo, pero rompen y muerden las raíces de alrededor y esto impide que allí vuelvan a salir en años. Es un problema grave que va a más».

El precio de mercado se ha mantenido en unos niveles más bajos de lo esperado por los comerciantes. Tal y como explica Segura, «al inicio de temporada se esperaba llegar hasta los 600 euros, pero no llegó a este punto». El coste osciló entre los 200 y los 400 euros el kilo. Cifras que son modestas para un producto que en otras campañas, como la del año pasado, superó los 1.000 euros. La diferencia depende de varios aspectos. El que marca la misma es, sin duda, el nivel entre la oferta y la demanda. El otro gran componente que hace variar la cuantía final es la calidad de los ejemplares. El tamaño, el olor y el sabor marcan la cotización en último término.