No hay visitante o familia de Xiva de Morella que se resista a una foto en el peiró en el camino a Forcall. Hay un algo que atrapa, un polo de atracción que bien puede ser el perfil silueteado del pueblo con su campanario --poderoso y bello-- con las cuevas al fondo o, simplemente, el hecho de sentarse en silencio sobre los exiguos restos de lo que fue una preciosa creu de terme.

El peiró es un enclave único que atesora una historia, un viaje de interrogantes y misterios sobre sus desaparecidos restos, de una belleza singular.

Hace unos años, una vecina de la ahora pedanía de Morella sorprendía a propios y extraños con una revelación sorprendente: el antiguo peiró del siglo XV, desaparecido en tiempos que nadie era capaz de recordar, estaba vivo. Lo había visto en Catí, en 2014, durante una visita a la impresionante muestra itinerante de arte religioso peiróvivoLa Luz de las imágenes

Asombro y conmoción

A partir de ahí, asombro y conmoción. «Que el tornen!» o «Que el tornen!hauria d’estar a casa! en la página de Facebook que une a los de dentro con los de fuera. ¿Cómo había llegado hasta su ubicación original? ¿Cuál había sido el viaje desde que abandonó el pueblo? ¿Quién y donde lo tenía?

Un grupo de vecinos decidió averiguarlo y, de paso, conocer su origen. Según la información del catálogo de La Luz de las Imágenes, de Francisco Medina, en base al protocolo de Johan Grau del 16 de abril de 1414, «una mujer, Na Matheua, esposa de Pere Prats, encargó al maestro picapedrero Pere Puigbrian una cruz de término», que debía estar terminada antes del 25 de diciembre de dicho año. La cruz «debía medir cuatro palmos de alta por tres de ancha y la caña casi tres metros de altura». Según recoge el catálogo, en cuanto al discurso iconográfico, «se especifica que en distintas partes, seguramente en el capitel, debe representarse una esteva, un prado y un cardo, con una profusa decoración vegetal fullargueres, rodeando estas figuras. Además, en una de las caras de la cruz se debía representar al Cristo crucificado y en otra, la Virgen María» o del Roser, muy venerada en Xiva.

El maestro cumplió y, durante siglos, la cruz despedía y daba la bienvenida a quienes quiera que entraran o abandonaran este pueblo. Hasta después de la guerra civil. Según Medina, fue Manuel González Martí, muy vinculado a Morella, quien se la lleva a València donde en ese momento está creando el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí.

«Seguramente», explica Medina, «González lo adquirió en una de sus visitas a Morella en los años 40 y 50, en las que se dedicaba a localizar y conseguir piezas artísticas de interés para el museo que estaba organizando». La cruz presentaba y presenta todavía «un gran deterioro» así como «signos de diversos añadidos de una antigua restauración, lo que dificulta el estudio de sus elementos iconográficos». Sea como fuere, en el museo González Martí, el peiró

Sus vecinos han realizado numerosas gestiones para recuperarlo. Pero se descartó por varios motivos: desde la imposibilidad de someterlo a las inclemencias meteorológicas que hubieran supuesto la devastación de esta pieza de alto valor artístico y patrimonial, hasta el hecho de carecer en la localidad de un museo que ofrezca las garantías necesarias y establecidas por la ley.

Solo queda pues, la opción de una copia fidedigna y ubicándola en su lugar tradicional aprovechando lo que todavía queda en pie y que está declarado BIC. Esto cuesta dinero, pero los xivatanos y xivatanas --siguiendo la estela de Na Matheua-- no desisten, y ya piensan en sus fiestas del Quinquenni de 2025 como la mejor fecha para volver a poner rostro --aunque renovado-- a su antiquísimo y querido peiró.