El derribo del Termalismo de Benicàssim avanza a muy buen ritmo y sus obras estarán concluidas cara al 30 de marzo. De hecho, los trabajos de demolición del primer edificio están ya casi al 80%, según explicaron fuentes de la propiedad a este periódico; y finalizarán «en una semana».

Se trata del inmueble situado en la parte oeste, a la izquierda mirando desde la playa. Después, las tareas proseguirán con el segundo bloque, el que se localiza más próximo al mar. Una vez llevadas a cabo las intervenciones en ambas torres, que coronan el skyline de Benicàssim desde hace medio siglo, se realizarán las pertinentes tareas de limpieza y recogida de todos los escombros.

Lo que pasará después en esta privilegiada parcela, con unas vistas impresionantes de toda la costa, todavía no está decidido. Será después de las elecciones municipales del 26 mayo, cuando se haya constituido la nueva corporación, cuando ya se aborde este tema entre todas las partes.

El asunto será tratado entre los propietarios --familias Farnós, Carpi y Forner-- y también con todas las fuerzas políticas del Ayuntamiento para consensuar la elaboración de un proyecto de futuro que potencie el desarrollo turístico del municipio. El suelo en el que se hallaba el Termalismo está clasificado como asistencial sanitario en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) del 1992, pero la posibilidad de su modificación está abierta.

El complejo nació en 1966 como un centro de rehabilitación puntero en España y funcionó con sus tratamientos de talasoterapia con agua marina 26 años, atendiendo a miles de personas con algún tipo de parálisis o paraplejia. Durante ese periodo fue un gran revulsivo económico para la localidad y la provincia y generó numerosos empleos.

De hecho, su cierre en el año 1992 -por la crisis económica y unos años en decadencia-- conllevó manifestaciones, con los trabajadores reivindicando la continuidad de la actividad.

El doctor Joaquín Farnós -impulsor del proyecto-- vive con especial nostalgia, a sus 83 años, el derribo del Termalismo, aunque se desmarcó años antes del cierre «por razones políticas». «Me quedo muy triste, pero su alma perdurará, porque Benicàssim sigue siendo un centro muy importante en talasoterapia en todo el país con el Palasiet», asevera.