Hacía tiempo que se sabía que Onda se iba a quedar sin Fira este año, pero nadie podía imaginar hace un mes, que esta circunstancia coincidiría en el tiempo con la imposición de nuevas medidas restrictivas como consecuencia de la expansión de los contagios.

Tal día como el de ayer, la ciudad habría sido un hervidero de gente. En los bares y restaurantes no cabría ni una aguja y los vecinos compartirían con amigos y familiares de otros lugares la alegría de vivir su fiesta grande. Pero lo que se vio por sus calles fue todo lo contrario. Como resaltó Felipe Ferrari, propietario de la tienda Doppia F, hubo «cabezas bajas y tristeza».

Dice Ferrari que «vamos al día, no se puede planificar a largo plazo». Y solo hace falta remitirse a las pruebas. Hace un mes, la práctica totalidad de bares y restaurantes de Onda tenían reservas completas para el primer sábado de Fira, el de los populares almuerzos. Con las limitaciones de aforo de ese momento, todo apuntaba a una oportunidad para recuperar parte de las pérdidas acumuladas desde el estado de alarma. Pero las estadísticas dieron al traste con sus expectativas. El temor crecía al ritmo de los contagios por covid-19.

La guinda para tan amargo trance llegó el viernes pasado, con el anuncio de la Conselleria de Sanidad de nuevas restricciones para contener la expansión del coronavirus, al perder la trazabilidad de los contagios. Aunque el desastre ya venía fraguándose desde hace unas semanas.

Al menos, así lo asegura Sergio Rebollar, propietario del Chaplin, un local con 25 años de actividad donde empezaron a anular reservas en cuanto comenzaron a acumularse los positivos. Ayer, su negocio iba a estar lleno --dentro del aforo permitido-- y acabó sirviendo solo dos almuerzos «y para nada como los que se dan en la Fira».

Su caso no fue la excepción, sino la norma. El tesorero de la Associació d’Hostalers local, asegura que la desesperanza y el desánimo entre los compañeros fue la tónica dominante. La propietaria de otro bar aseguró que «he vendido dos cafés con leche, dos cafés y dos bocadillos».

«La gente tiene miedo», asegura Rebollar, y ni siquiera se puede decir que el de ayer fuera un sábado de caja normal. De ser la jornada más fuerte del año, a la más preocupante, porque el futuro no pinta halagüeño.

«ADAPTARSE A LO QUE HAY»

José Segura es uno de los integrantes de la peña Barretja. Si el covid-19 no hubiera existido, ayer se habrían reunido 10 matrimonios y sus respectivos hijos para almorzar en su casal. Pero las circunstancias «son las que son y hay que vivir con eso». Peor lleva que la Big Band, a la que pertenece, no pueda actuar, aunque para compensar por su ausencia de los escenarios, han editado un vídeo con la colaboración de la cantante Bárbara Breva, que lanzaron ayer como mejor acompañamiento para un tan gris para los ondenses.

Pilar Morcillo y su marido también renunciaron a la tradición de juntarse con los amigos. Hasta ocho personas habrían estado comiendo en su casa. Le entristece ver la imagen que daba ayer su ciudad, la tristeza de unas calles sin ningún ambiente «cuando debían estar a reventar». Y es que «la gran mayoría, se está portando bien», asegura.

Felipe Ferrari, que ayer abrió su tienda con las nuevas medidas de aforo, aseguró que no tuvo problemas para cumplirlas, porque «la gente sale solo para lo que tiene que salir, para hacer las compras por necesidad». En su caso, su objetivo es sacar el máximo provecho de cada día.

El Ayuntamiento no ha escatimado esfuerzos para concienciar a la ciudadanía con una campaña en la que participan vecinos muy conocidos.