En aquel tiempo no se etiquetaban con esta denominación, pero el incendio que arrasó parte de la comarca de Els Ports en el verano de 1994 fue un 30-30-30 de manual. O lo que es lo mismo, un fuego alimentado por unas temperaturas superiores a los 30 grados, velocidades del viento de más de 30 kilómetros por hora, y una humedad inferior a los 30 grados. Ayer, los vecinos de Ortells recordaron los hechos, con el descubrimiento de una placa conmemorativa.

Esta pequeña población dependiente de Morella fue una de las peor paradas por las llamas que llegaron a alcanzar a las viviendas. No por casualidad, la placa está instalada en la plaza de la iglesia. «El interior del templo nos salvó esa tarde», comentó quien fuera alcalde, Ramón Doménech.

Las personas --muchas de avanzada edad-- fueron evacuadas de inmediato para resguardarse del infierno en un lugar seguro. «Muchos estaban fuera, en explotaciones agrícolas y ganaderas, y vieron el estado de desolación en volver», rememoró. También tuvo presente a Juan Antonio, la única víctima mortal de aquel siniestro.

Lágrimas de impotencia

Javier Fabregat, entonces primer edil de Morella, detalló «el padecimiento de la gente de toda la comarca», y reveló las lágrimas de impotencia que soltó al ver la evolución de los acontecimientos. El parque de bomberos de Morella estuvo presente ayer con algunos de sus vehículos, y la presencia de Javier y Toya, de los participantes en las tareas de extinción, que de paso enseñaron a los más pequeños los instrumentos de su oficio.

El actual alcalde, Rhamsés Ripollés, incidió en el papel «de cientos de personas que se unieron para hacer frente a la catástrofe, y lo que marcó el incendio «a los que éramos más jóvenes». El testimonio de todos ellos estuvo presente en una comida de hermandad, en la que desearon que los hechos del 94 no vuelvan a suceder.