El sonido de las campanas y el paso de los dansants por las calles altas del casco histórico volvió a estar presente ayer en Peñíscola, dentro de la primera jornada dedicada a la patrona, la Virgen de la Ermitana. Para muchos habitantes es uno de los días más esperados, pues de esta manera se da continuidad a costumbres iniciadas siglos atrás y que posibilitaron su catalogación como fiestas de interés turístico nacional.

La actividad comenzó por la mañana, con la misa celebrada en la parroquia de Santa María, con el acompañamiento de la Coral Polifónica de Peñíscola. Posteriormente, se hizo una actuación del Grup de Danses en la plaza del Ayuntamiento, junto a la banda de música local. Fue el preludio de los grandes momentos de fervor vividos por la tarde.

PARTICIPACIÓN / El penúltimo día del novenario y la procesión abrieron la segunda parte de la jornada, en la que no solo participan los residentes habituales en el municipio, sino que también cuentan con la asistencia de gente vinculada a Peñíscola, pero que no reside a lo largo del año. «Trabajo fuera y siempre que puedo me pido unos días de fiesta para estar con los míos», explicó Sandra. Situaciones como estas y los reencuentros con amigos en la plaza de Armas hicieron recordar las épocas en las que, prácticamente, todos los vecinos vivían en las calles amuralladas.

El final de la tarde estuvo dedicado a la primera actuación de las danzas, seguida de la Dansa-Batalla de Moros i Cristians. Por la noche, actuó la orquesta Platea en la carpa del puerto. Hoy se vive el día grande, con la ofrenda a la patrona y la segunda exhibición de los bailes típicos.