La arena del recinto de la vila, y en el marco de las fiestas de la Misericòrdia, fue el lugar elegido por Juan Carlos Pitarch para pedirle matrimonio a su novia, Paula Martínez. Fueron testigos los cientos de aficionados taurinos que acudieron al encierro de toros embolados y la posterior embolada de un morlaco cerril.

En el periodo de descanso entre un acto taurino y el otro fue el momento escogido por el novio para realizar la petición de mano, para sorpresa de buena parte de los presentes y, por supuesto, de la novia. Los amigos más íntimos y los familiares del joven y de la muchacha ya conocían lo que sucedería.

A través de la megafonía se solicitó un hueco en el centro de la plaza y entonces fue cuando apareció Juan Carlos. Acto seguido, se reclamó la presencia de Paula y se desarrolló la petición formal. Él se arrodilló y le mostró el anillo de compromiso, al mismo tiempo que le pedía matrimonio con voz entrecortada y muchos nervios. Tras recibir la respuesta afirmativa dio un beso a la novia y saludó al tendido, que aplaudió entregado y de manera unánime.

Tras la ceremonia improvisada, llegaron las felicitaciones de amigos y familiares sobre la misma arena, lugar en el que días antes Juan Carlos había saltado un toro cerril y en la que diariamente realiza quiebros.

«La quiero. Es el amor de mi vida y en ningún sitio se lo podía pedir mejor», afirmó Juan Carlos con gran emoción.