Durante nueve meses, cientos y cientos de soldados fueron la única población de la Vilavella. Desde que el 7 de julio de 1938 las tropas nacionales tomaron el municipio y, pocas semanas después, se inició la batalla del Ebro, recibieron la orden de fortificar y proteger sus avances y trasladaron la vida a las montañas donde, sin más objetivo que esperar, se dedicaron a sobrevivir a sus circunstancias desde la relativa monotonía de una guerra que se disputaba en otras latitudes.

Ochenta años han pasado desde que dieron por finalizada la contienda que desangró a España, dejando heridas tanto emocionales como físicas. Estas últimas son testimonio de la barbarie que supone cualquier conflicto armado, las huellas que dejaron sobre el terreno personas anónimas a quienes el proyecto Camins de la memòria, iniciado en el 2016, ha querido rendir homenaje. Es, en palabras de su director, José Albelda, «el recuerdo a los combatientes de todos los bandos».

En la Vilavella, en los últimos años, han prestado especial interés por evidenciar esos vestigios históricos. Tras recuperar importantes tramos de trincheras en la zona de la montaña de Santa Bárbara, en la actualidad la empresa Arqueocas trabaja en rescatar del olvido el que popularmente se conoce como el Poble desert.

Y es que durante casi un año, un batallón del bando nacional, prácticamente unos 600 hombres, atendió desde los montes que rodean esta población los avances de la contienda tras el inicio de la batalla del Ebro.

Casi un centenar de «chabolas hechas de piedra en seco» --algunas muy visibles-- recuerdan a aquellos soldados, «en su mayoría gallegos y aragoneses», que encontraban en la correspondencia que mantenían con sus familias su única razón para permanecer cuerdos. Por ellos y su memoria, durante un mes se realizarán una serie de trabajos «de limpieza del terreno y reconstrucción» que permitirán que, a finales del mes de marzo, coincidiendo con el 80º aniversario del final de la guerra, se pueda presentar a la ciudadanía esta primera fase de una intervención con la que pretenden «hacer un poco de memoria histórica, pero planteándolo desde el punto de vista de la recuperación del patrimonio, para no olvidar cuánto se sufrió aquí», según detalla el arqueólogo responsable de Arqueocas.

Resistencia

Los vecinos de la Vilavella denominaron a este enclave Poble desert porque «sabían que habían construcciones», aunque en realidad se trataba de lo que militarmente se conoce como un centro de resistencia, en el que había una estructura defensiva completa, «con garitas, observatorios, refugios antiaéreos, puesto de mando y trincheras» que los soldados construyeron durante los nueve meses en los que estuvieron allí.

Con la colaboración de la Associació Cultural Muntanyes de la Guerra, que realiza una importante aportación documental e histórica, este proyecto se convertirá en una razón más para utilizar el pasado como referencia de los grandes errores cometidos. Albelda asegura que para recuperar todo el poblado «harían falta años». Tiempo al tiempo.