A Joan Salvador Vicent le gusta pintar. Tiene una habilidad innata para hacerlo y, desde que se jubiló, practica esta afición con fruición, hasta el punto de que siempre tiene a mano un cuaderno en el que hace bocetos de los personajes o escenas que después reproducirá. Pero sobre todo, este hombre plasma historias, recuerdos personales que se difuminan entre trazos y pinceladas dotándolos de vida.

Hasta ayer, este vecino de les Alqueries, con profundos lazos familiares y de amistad con Artana, protagonizó una exposición en el Museu de la Mineria de esta localidad, que tiene su origen en lo que pudo ser una desgracia, pero que ha acabado en una angustiosa experiencia con final feliz inmortalizada en un lienzo.

Fue el día de Sant Vicent. Joan y su familia disfrutaban de la festividad en la ermita de Artana cuando su nieto, de poco más de 5 años, cayó en una poza de agua. Una vecina de les Alqueries no dudó en lanzarse para salvarlo, convirtiéndose en su ángel de la guarda y en protagonista del cuadro del que surgió una muestra pictórica con sentido especial.

Porque así son las reproducciones de este hombre de 83 años, que no se cansa de visitar lugares y pueblos de la provincia para hacer lo que más le motiva, aunque más despacio que antes, que la edad no perdona: pintar y revivir en cada una de sus obras las historias que las envuelven.

De hecho, tras algunas de ellas hay escritos nombres, los de los protagonistas, de la gente que le observaba mientras creaba; hombres, mujeres y niños que se interesaron por lo que hacía, que se vieron agasajados por su afabilidad y esa sonrisa con la que te explica que conoce a este médico, a aquel cura o al dueño del bar, porque un día, mientras iba con el pincel, compartieron conversación con él.