Desde que el jueves pasado los más pequeños de Sant Jordi se encargaran de vestir al demonio antes de cumplir la condena que le corresponde por sus maldades, la localidad ha estado preparándose para el día central de las celebraciones en honor a Sant Antoni, que tuvo lugar ayer.

No hay mejor celebración que la que une a un pueblo y así se vivió cada uno de los trámites de un ritual popular que se inició a media mañana con la subida hasta la plaza Mayor de les garroferes, perseguidas por una comitiva de niños que interiorizan desde muy pequeños la importancia de conservar las costumbres, que no está reñido con divertirse.

Y es que Sant Jordi acierta cuando implica a grandes y pequeños en el compromiso cívico de conservar las tradiciones, con las amas de casa elaborando y repartiendo las típicas coques; con los escolares del colegio Luis Tena recitando las loas con las que se recibe a los demonios antes de que la típica hoguera empiece a arder, y un pueblo volcado en la bendición de los animales, de manera que ningún habitante de la localidad pueda sentirse excluido en un día tan significativo.