«Pensábamos que no acabaríamos aquí nuestra etapa», señala Laura Martí, estudiante de segundo de Bachillerato, quien comenzó sus estudios ya en las aulas prefabricadas que se instalaron tras detectar aluminosis en el edificio. «Desde que empezamos en ESO, con barracones, teníamos la esperanza y la ilusión de cerrar nuestro paso por el instituto en esta nueva infraestructura, pero con el tiempo la fuimos perdiendo porque todo se fue retrasando y la construcción no llegaba nunca». Sin embargo, están «ya impartiendo las clases aquí» y van «a poder disfrutar estos últimos meses de las nuevas aulas», señaló la estudiante.

Víctor Segarra, compañero de Laura, lo tenía más claro desde el principio. «Siempre he pensado que acabaría segundo de Bachillerato aquí y así ha sido. No puedo estar más contento». De todos modos, lo bueno se ha hecho esperar porque creían que después de Navidad estarían en el edificio y, al pasar las fiestas y seguir todo igual, parecía que lo veían «más lejos», pero sabían que «acabarían disfrutando de este instituto de piedra y así ha sido».

Actualmente, en el centro estudian cerca de 700 alumnos.