El arco romano de Cabanes volvió a ser testigo hace unos días del trayecto que realiza el ganado de Fernando Robres hasta el Prat con la cercanía de la primavera. El ganadero, asentado en Castelló y natural de Mosqueruela (Teruel), impulsa desde hace tres años un proyecto experimental para recuperar la extinguida práctica de la trashumancia.

Sus vacas recorren cerca de 60 kilómetros cada mes de febrero desde Vistabella hasta el parque natural situado en el litoral de la Plana. «Mi padre ya lo hacía hace 25 años y es algo que se ha ido perdiendo pese a los numerosos beneficios que tiene», explica Robres.

Y es que esta iniciativa se desarrolla conjuntamente con la dirección del paraje, ya que el paso de estos animales enriquece enormemente el ecosistema. Los beneficios son muchos y diversos, ya que van desde favorecer la anidación de las aves hasta convertirse en una barrera contra incendios. «El lugar donde pastamos se transforma en un cortafuegos natural dentro del Prat. Además, limpiamos toda la zona», indica.

No obstante, el cuidado de estas vacas es la principal preocupación para Robres. «Lo más importante es que el bienestar animal es mucho mayor, ya que están siempre en libertad», añade. Tras la parada en Cabanes, la comitiva partirá el mes de mayo hacia Mosqueruela, donde las temperaturas son más suaves durante el verano, y en noviembre regresarán de nuevo a Vistabella para cerrar así el proceso migratorio.

«Es duro, especialmente por el estado de los caminos, por eso los demás optan por el camión», explica. Cada uno de estos desplazamientos le suele costar alrededor de tres días y, junto al habitual apoyo de sus perros, precisan en ciertos puntos incluso de la colaboración de la Guardia Civil, como cuando deben atravesar la nacional 340.

Gracias a todo el esfuerzo, esta explotación ganadera es la primera de la Comunitat Valenciana que cuenta con la certificación ecológica en su ternera.

Un trabajo familiar

Además de recibir Robres la inspiración de su padre para este proyecto, también ha logrado implicar a toda su familia. Su hijo, Abel, le acompaña en las trashumancias y, con solo 19 años, tiene claro que tomará el relevo en la ganadería, para lo que está estudiando un ciclo formativo especializado en la materia. Mientras, su mujer regenta dos carnicerías en Castelló y Mosqueruela, a partir de la carne que dan estas mismas vacas, que resulta «de mucha mayor calidad respecto a un ejemplar criado y alimentado en cautividad». Una técnica del pasado prácticamente desaparecida que regresa para ganar en sostenibilidad y bienestar animal.